La tarde avanzaba plácidamente entre risas y conversaciones, mientras el juego de golf seguía su curso. Enzo y Amatista permanecían juntos, interactuando con Jeremías, quien compartía anécdotas y consejos sobre el juego. A su alrededor, Dario, Mariano, Juan, Teresa y Jesica intercambiaban miradas y comentarios, observando con interés la dinámica entre la pareja.
Con la presencia de Enzo, el ambiente se tornó más formal, y la conversación derivó hacia temas de negocios. Los hombres compartían impresiones sobre inversiones y alianzas, mientras las mujeres conversaban en voz baja, pero sin perder detalle de lo que ocurría.
El sonido de un teléfono interrumpió la charla. Jeremías revisó la pantalla y frunció el ceño.
—Disculpen, debo atender esto —anunció, alejándose con el móvil pegado al oído.
Enzo aprovechó el momento y giró hacia Amatista con una expresión divertida. Tomó el palo de golf y lo balanceó entre sus manos antes de mirarla con un brillo desafiante en los ojos.
—¿Qué te pare