Amatista salió del baño envuelta en una toalla, con el cabello aún húmedo y la piel sonrojada por el agua caliente. Al alzar la vista, se encontró con Rose, quien la miraba con una expresión divertida, claramente disfrutando de la ironía de la situación.
—Te odio —soltó Amatista, entre divertida y resignada.
Rose se rio con suavidad, llevándose una mano al vientre.
—Lo sé, lo sé. Pero admítelo, fue un accidente con un giro… interesante.
Amatista bufó y tomó su cepillo para desenredarse el cabello.
—Claro, muy interesante —dijo con sarcasmo—. Si no te conociera, juraría que lo hiciste a propósito.
Rose levantó las manos en un gesto de inocencia exagerada.
—Te juro que no. Pero no negaré que fue entretenido ver cómo pedías ayuda desesperadamente.
Amatista entrecerró los ojos, pero no pudo evitar soltar una pequeña risa. Rose siempre lograba que las cosas parecieran menos complicadas de lo que realmente eran.
—Bueno, te dejo tranquila por hoy —dijo su amiga, volviendo a ponerse seria—. D