Tal como dijo Carlos.
Él es fácil de contentar.
Rodeé su cintura con mis brazos y suavemente besé su barbilla con labios tiernos, dejando que mi voz sonara deliberadamente seductora, —Entonces, ayúdame a vender las acciones de Grupo Castro.
Lo miré a los ojos con sinceridad y le pregunté, —¿Te parece bien?
Al decirlo, meneé ligeramente su cintura.
—Entonces, ruega por ello.
Carlos no estaba mucho mejor que yo.
Su voz, ronca y ansiosa, hablaba de las acciones, pero en su tono siempre lograba percibir algo más.
Entonces suavicé aún más mi tono, —Cariño, te lo ruego.
Luego, no sé bien qué sucedió, o si fue que el avión atravesó alguna corriente de aire, pero comenzó a sacudirse sin parar.
Nos abrazamos con fuerza, y nuestros jadeos de miedo se colaban en los oídos del otro.
Después, todo comenzó a salirse de control.
No recuerdo cómo me quedé dormida, pero al despertar ya estaba en el hotel, con Carlos a mi lado.
Apoyaba una mano en su cabeza y con la otra manejaba su teléfon