Costa de Marfil, acompañados por una danza con el cuer
po untado en aceite de lino aromatizado con jengibre.
En realidad, Nueve ya no quería seguir escuchando.
Quería tomar a Sandra de un brazo y salir corriendo ha
cia su cuarto para que al día siguiente todo volviera a ser
como siempre y estuviera el mate sobre la mesa de la cocina y el viejo preparándolo y él esperando para saber qué
había que hacer ese día. Pero también estaba seguro de
que, si hacía eso, no habría mate ni cocina ni órdenes y,
sobre todo, no habría viejo. Eleazar seguía hablando y
Nueve tuvo que volver a la oscuridad del taller y al murmullo que de allí nacía:
—La parte, digamos, "legal" ya la dejé toda arreglada.
El taller va a ser tuyo en cuanto seas mayor de edad o en
cuanto te cases, que me parece que es lo que va a pasar antes. Mientras tanto, vas a hacerte cargo de los arreglos que
van a seguir cayendo porque todos ya saben que el aprendiz es tan bueno como el maestro, y no te van a tener desconf