Alondra lloraba a borbotones cuando yo llegué a la agencia. Ella tenía sus ojitos completamente encharcados de lágrimas y llevaba sus pelos desparramados sobre su rostro tan dulce y tierno. Quedé perpleja cuando la vi, así, sumergida en un gran llanto desconsolado. Lancé mi cartera y mi abrigo y corrí a abrazarla. Ella hundió su rostro en mi pecho y siguió llorando a gritos, sin poder contenerse.
  -¿Qué ha pasado, bebita?-, la estrujé. Yo estaba muy sorprendida. Jamás la había visto llorar a mi amiga de esa manera, sin consuelo, convertida en un mar de llanto.
  Ella no quería hablar, sin embargo, solo lloraba y con sus manitas pequeñas golpeaba una y otra vez la mesa de su escritorio. Alondra estaba sensible y conmovida, muy dolida y quería, ciertamente, que la tierra se la tragase de un bocado.
  -Joan ya no me quiere-, me dijo, finalmente, después de un rato. Quedé perpleja.
   Joan era el nuevo novio de Alondra. Habían vuelto en realidad después de varias peleas. Ya tenían algún