Y entonces tuvimos nuestra primera pelea. Esa fue dos noches después. Él ya estaba enojado cuando se sentó junto a la mesa del comedor, a tomar su café. Yo me había puesto una minifalda súper cortísima porque había modelado para una fábrica de vidrios y debía lucir muy sugerente y sexy, pero Rudolph se molestó cuando me vio, esperándolo ansiosa de enredarme, otra vez, entre sus brazos.
-Estás demasiado provocativa, todos los hombres te estaban mirando-, me dijo. Por primera vez, desde que había regresado de la muerte, tenía la frente arrugada, la boca ajada y me miraba fastidiado y colérico.
-Ay, ni que estuviera desnuda-, intenté ser dócil y sumisa con él.
-No me gusta que todos esos sujetos te admiren-, estaba él muy molesto. Le regalé la mejor de mis sonrisas.
-Sabes que a mí no me importa ninguno de todos esos hombres, tú eres el único en mi vida-, seguí siendo dulce y tierna como una gatita.
Rudolph sorbió su café, en silencio. Eso me incomodó y metí la pata. Le dije