Mi plan-sigue narrando Michael

Apenas llegamos al estacionamiento, vi a mis hombres esperándonos con los motores encendidos. Sin perder tiempo, les hice una seña para que me siguieran y me dirigí al coche más potente. Abriendo la puerta del conductor, les dije con voz firme:

- Yo manejo.Ellos me miraron con sorpresa, pero no se atrevieron a cuestionarme. Sabían que yo era el jefe, y que tenía un plan. Me subí al coche, y arranqué a toda velocidad. Los demás me siguieron en fila, como una manada de lobos.

Tomamos la autopista hacia el hotel donde nos alojábamos. Por el camino, llamé a la recepción y les ordené que reservaran nuestras habitaciones por una semana más. Una semana sería suficiente para preparar todo lo que haríamos para conseguir a mi luna.

Mi luna... La mujer que me robó el corazón desde el primer momento que la vi. La mujer que se resistía a mis encantos, pero que pronto caería rendida a mis pies. La mujer que haría cualquier cosa por proteger a su familia, incluso casarse conmigo.

Sí, esa era mi luna. Y yo haría cualquier cosa por tenerla.

Había pasado una semana desde que puse en marcha mi plan. Todos estaban expectantes, preguntándose qué iba a hacer. La verdad es que solo yo lo sabía, y tenía todo bajo control. Solo necesitaba un poco más de información, y para eso contaba con mi hombre de confianza, Jhonny.

Jhonny era mi amigo y mi mano derecha. Aunque no era mi beta, siempre me seguía y me apoyaba. Le había encargado una misión especial: vigilar a mi mujer.

Sí, la llamaba mi mujer, porque pronto lo sería. No importaba que ella no lo supiera, ni que se resistiera a mis avances. Yo la quería, y la tendría. Era mía, y nadie me la quitaría.

Esa mañana, recibí una llamada de Jhonny. Me dijo que tenía algo importante que contarme, algo que cambiaría el rumbo de todo. Me citó en un lugar discreto, y me dijo que fuera solo.No sabía qué esperar, pero sentí que estaba cerca de conseguir mi objetivo. Me subí al coche, y conduje hacia el destino. Allí me esperaba Jhonny, con una carpeta en la mano.- Jefe, tengo lo que necesita -me dijo, entregándome la carpeta.

La abrí, y vi unas fotos. Eran fotos de mi mujer, con otro hombre. Un hombre que yo conocía muy bien. Un hombre que era mi enemigo. Un hombre que iba a pagar por lo que había hecho.Sentí una oleada de rabia y de celos. Mi lobo tomó el control, y no pude contenerlo. Decidí adelantar todo mi plan, y después me encargaría de ese imbécil.

- ¿Dónde están? -pregunté, con voz ronca.

- En un restaurante cerca de aquí -me respondió Jhonny.

- Vamos -dije, cerrando la carpeta.

Salimos del coche, y nos subimos a una moto que había aparcada cerca. Jhonny me dio un casco, y yo se lo puse. Arranqué la moto, y salí disparado hacia el restaurante. Jhonny me seguía en otra moto.Llegamos al restaurante, y aparcamos las motos en la entrada.

Entramos sin hacer caso a los guardias, y buscamos a mi mujer con la mirada. La encontramos en una mesa, junto al hombre que la acompañaba. Era un hombre alto, rubio, de ojos azules. Un hombre que se hacía llamar el alfa de Texas. Un hombre que quería arrebatarme lo que era mío.Me acerqué a la mesa, y les interrumpí con brusquedad.

- Hola, cariño -dije, con ironía.

Ella me miró con sorpresa y miedo. Él me miró con odio y desafío.

- ¿Qué haces aquí? -me preguntó ella, con voz temblorosa.

- Vine a buscarte -le respondí, con voz suave.

- ¿A buscarte? -repitió él, con voz burlona.

- Sí, a buscarte -le confirmé, con voz firme.

- ¿Y quién eres tú? -me preguntó él, con voz arrogante.

- Soy su mate -le dije, con voz orgullosa.- ¿Su mate? -repitió él, con voz incrédula.

- Sí, su mate -le repetí, con voz desafiante.

- Pues lo siento, amigo, pero llegas tarde -me dijo, con voz provocadora.

- ¿Tarde? -pregunté, con voz curiosa.

- Sí, tarde -me confirmó, con voz triunfal.

- ¿Por qué? -pregunté, con voz inocente.

- Porque ella ya es mía -me dijo, con voz triunfante.

- ¿Mía? -pregunté, con voz divertida.

- Sí, mía -me aseguró, con voz confiada.

- ¿Y cómo lo sabes? -pregunté, con voz interesado.

- Porque la he marcado -me dijo, con voz satisfecho.

- ¿Marcado? -pregunté, con voz sorprendido.

- Sí, marcado -me mostró, con voz orgullosa.Y entonces, vi la marca. Una marca en el cuello de mi mujer. Una marca que él le había hecho. Una marca que yo iba a borrar.

Sentí una oleada de furia y de celos. Mi lobo tomó el control, y no pude contenerlo. Le lancé un puñetazo a la cara, y lo tiré al suelo. Me abalancé sobre él, y le mordí el cuello. Le arranqué la yugular, y lo dejé sangrando. Me levanté, y me limpié la boca. Miré a mi mujer, y le dije, con voz ronca:

- Mía -le susurré, al acercarme a ella.Ella me miró con sorpresa y enfado.

-¿Cómo rayos me encontraste? -me preguntó ella, con voz fría y dura. Parecía no sorprenderse por el hecho de que acabara de matar a un alfa. Esta mujer me enamoraba cada vez más, con su indiferencia y su crueldad. No le importaba la vida que había arruinado.

-Cariño, pensaste que no empezaría a saber más sobre ti -le respondí, acariciando su mejilla.

-¡Suéltame! -me espetó, apartándose de mí. Aún tenía las manos llenas de sangre. -Y encárgate de ese desastre en el restaurante. Contrata a un brujo para que borre los recuerdos de estas personas o piensa en algo. ¿Qué se te ha metido en la cabeza? ¿Te has puesto celoso?

-No tienes ni idea -le dije, con voz ronca.

-Pues ilumíname -me retó, con sarcasmo.

-Ahora no. Buenas noches -le dije, y se fue.

No me dio las gracias, ni me pidió perdón, por coquetear con otros hombres y provocar esta reacción. Yo no sabía por qué, pero ella me volvía loco. Ahora que lo pensaba, me cegué y no noté que esa marca no era de él. No sentí su aroma, ni su esencia. Fui un idiota, un bárbaro.

Pasaron unos minutos cuando llegaron mis hombres.

-Michael, ahí está -me dijo James, señalando a Alejandra, que se subía a un taxi con su subgerente.

-Es hora de actuar -les dije, con determinación.

-¿Qué vamos a hacer, jefe? -me preguntó Ryan.

-Vamos a seguirla. Quiero saber dónde vive, con quién se relaciona. Quiero saber todo sobre ella.-¿Y luego qué, jefe? -me preguntó James.

-Luego, la secuestraremos. La llevaremos a nuestra manada, en Alaska. Allí, la marcaré como mía. Y nadie podrá separarnos.

-¿Y si ella no quiere, jefe? -me preguntó Ryan.

-No me importa lo que ella quiera. Ella es mi mate, mi luna, mi destino. Y yo soy el suyo. Ella lo sabe, aunque lo niegue. Su loba me lo dice. Su corazón me lo dice. Su aroma me lo dice.

-¿Y si ella se resiste, jefe? -me preguntó James.

-No me importa lo que ella haga. Ella es mía, y yo soy suyo. Y nadie podrá cambiar eso. Ni ella, ni su familia, ni su manada, ni nadie. Yo la haré mía, por las buenas o por las malas. Y ella me amará, quiera o no.

-¿Y si ella nos descubre, jefe? -me preguntó Ryan.

-No nos descubrirá. Somos cuidadosos, somos discretos, somos profesionales. Tenemos recursos, tenemos contactos, tenemos planes. No dejaremos ninguna pista, ningún rastro, ninguna evidencia. Somos lobos, somos invencibles.

-¿Está seguro de esto, jefe? -me preguntó James.

-Estoy seguro de esto, James. Estoy seguro de que ella es la mujer de mi vida. Estoy seguro de que yo soy el hombre de su vida. Estoy seguro de que esto es lo que la Diosa Luna quiere para nosotros. Estoy seguro de que esto es lo mejor para ambos.

Pasaron los dias y ya estaba por poner en marcha mi plan lo principal era seguir su ruta sabia que tenia una junta asi que lo primero que hice fue provocarle una falla al motor del auto. Seguido les avice a mis hombres que yo manejaria, el hombre que manejaria el taxi seria uno de mis muchachos. Todos entraron a los autos.

Michael aceleró y se puso en marcha, siguiendo a Alejandra, que se subía a un taxi con su subgerente. El otro auto los siguió de cerca. Los cuatro hombres tenían una expresión seria y determinada. Estaban dispuestos a todo por conseguir su objetivo. Estaban dispuestos a todo por conseguir a Alejandra.

Pero no contaban con que ella los había visto. Ella había notado su presencia, su olor, su mirada. Ella sabía quién era él, y qué quería. Ella era una mujer lobo, y no se dejaría atrapar tan fácilmente.

Así que, cuando el taxi se detuvo en un semáforo, ella aprovechó para bajarse y correr. Corrió hacia un callejón, donde había una moto aparcada esperándola. Pero con lo que ella no contaba era que él ya lo tenía todo previsto y al percatarse ya estaban varios de los hombres de Michael cerca. Ella los vio y sacó una pistola de su bolso. Disparó a uno de ellos y lo dejó herido. Luego se subió a la moto y arrancó. Michael la vio y se lanzó tras ella. La persecución había comenzado.

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