Un encuentro que cambió su vida

Entré en la sala de conferencias con paso firme y seguro. Era el heredero de una de las manadas más grandes y fuertes de todo el continente americano. Era un hombre lobo puro, alto, fuerte, de aspecto imponente. Tenía unos ojos increíbles, de dos colores distintos: uno verde y otro café.

Su mirada era penetrante y dominante.Venía acompañado de dos de mis hombres de confianza: Chris, mi beta, y Ryan, mi primer guerrero. Los tres éramos socios en una empresa de inversiones, que nos servía de fachada para nuestros negocios reales. Habíamos viajado desde Alaska hasta Texas, para reunirnos con una ejecutiva de una empresa de cosméticos, que nos había llamado la atención por su éxito y su innovación. Queríamos hacer una propuesta de colaboración, que en realidad era una estrategia para expandir nuestro territorio y nuestra influencia.Pero todo cambió cuando la vi. Era ella. Mi mate. Mi luz. Mi razón de ser.

Era una mujer lobo mestiza, que se había alejado de su manada y de su naturaleza, buscando su propia independencia y libertad. Era una mujer hermosa, de cabello castaño, piel blanca, ojos azules y labios rojos. Era una mujer inteligente, que trabajaba como ejecutiva de una empresa de cosméticos, y que se había ganado el respeto y la admiración de sus compañeros. Era una mujer rebelde, que no quería aceptar su destino, ni pertenecer a una manada, ni tener un mate.

Pero primero tenía que terminar con esta reunión de negocios. Había venido a Texas para cerrar un trato, y no podía dejar que mis sentimientos interfirieran con mi trabajo. Tenía que ser profesional, serio, eficiente.Tenía que demostrar que era el mejor en lo que hacía, que nadie podía competir conmigo. Tenía que impresionarla, a ella y a todos.

Así que me levanté de mi asiento, me ajusté el traje, y me dirigí a la sala de conferencias. Allí me esperaban los representantes de la empresa, con sus carpetas, sus gráficos, sus propuestas. Y también ella, con su vestido rojo, su cabello negro, sus ojos verdes. Me miró con una mezcla de sorpresa, curiosidad y recelo. Yo le sonreí con confianza, seguridad y deseo. Le dije, con voz firme y clara:

—Buenos días, señores. Soy Michael Johonson, el director ejecutivo de Wolfhonson. Estoy aquí para hablarles de nuestro proyecto más innovador y revolucionario: el implante de memoria.

Ella me respondió, con voz dulce y fría:

—Buenos días, señor Wolf. Soy Alejandra Loughty, la directora de marketing de BeautyCorp. Estoy aquí para escuchar su propuesta y evaluar su viabilidad.

Su olor me envolvió y me hizo perder el control. Era un olor familiar, pero a la vez desconocido. Un olor que me decía que ella era como yo. Y que ella era mi mate.

Su mirada me atravesó y me dejó sin aliento. Era una mirada que me decía que yo era como ella. Y que yo era su mate.Mi lobo se enloqueció y me habló en mi mente. Era mi lobo, que me decía que ella era mía. Y que yo era suyo.

—Mía —le susurré, al estrechar su mano.Ella me miró con sorpresa y enfado, y me soltó la mano con brusquedad. Me dijo, con voz dura y desafiante:—Suyo, no. Soy mía. Y no voy a dejar que me marque, ni que me domine, ni que me quite mi libertad.

Yo la miré con determinación y deseo, y le dije, con voz suave y seductora:

—Veremos, preciosa. Veremos.

Ella se sobresaltó y lo miró con sorpresa y confusión. Él solo sonrió y la atrajo más hacia él, para que lo sintiera. Ella se resistió y se alejó, queriendo soltarse. Él frunció el ceño y la siguió con la vista.

—¿Qué te pasa, Michael? —le preguntó James, su beta, al ver su reacción.

—Es ella —le respondió Michael, sin apartar la vista de la mujer.

—¿Quién es ella? —le preguntó Ryan, su primer guerrero, al ver su expresión.

—Es mi mate —les dijo Michael, con voz firme y decidida.

—¿Tu mate? —repitieron James y Ryan, al unísono, con incredulidad y asombro.

Mientras finalizaba la reunión, se sentía incontrolable y no pudo soportar y fue hacia ella. No podía creer lo que estaba pasando. La tenía entre sus brazos, besándola con toda la pasión que sentía por ella, lo exitaba solo con sentir sus labios, solo con sentir su respiracion, la reaccion que le produjo a ella. Era su mate, su luna, su destino. Y era hermosa, inteligente, rebelde. Lo volvía loco, lo hacía perder el control, lo desafiaba. 

Ella le correspondía, aunque no quisiera admitirlo. Sentía su corazón latir al ritmo del suyo, su loba gemir al contacto con la suya, su boca responder a la suya. Pero también sentía su resistencia, su miedo, su duda. Ella lo empujaba, lo rechazaba, lo negaba.

—Alejandra… —decía, entre sus labios—. Esto está bien, es lo que debemos hacer —le aseguraba, acercándose a ella.

—No luches contra lo que sientes, contra lo que te dice tu loba —le susurraba, rozando su nariz con la suya.

—Yo solo quiero hacerte feliz, y que seas mía —le confesaba, con una pasión arrolladora.

—Michael… —decía, entre sus labios—. Esto no está bien, estamos en una reunión de negocios —protestaba, con debilidad.

—Hay gente mirándonos, hay cámaras grabándonos —se quejaba, con vergüenza.

—No me importa, Alejandra —decía, sin soltarla—. Solo me importas tú, y lo que siento por ti —le declaraba, con firmeza.

—Eres mi mate, mi luna, mi destino —le proclamaba, con orgullo.

—Michael, por favor… —decía, con angustia—. No puedo hacer esto, no estoy lista, no sé si te quiero —le decía, con sinceridad.

—Necesito tiempo, espacio, libertad —le pedía, con desesperación.

—Alejandra, no me hagas esto —decía, con dolor—. No me rechaces, no me abandones, no me niegues —le suplicaba, con desesperación.

—Necesito tu amor, tu aceptación, tu entrega —le exigía, con intensidad.

—Michael, lo siento… —decía, con lágrimas—. No puedo darte lo que me pides, no sé si puedo ser lo que esperas —le decía, con tristeza.

—Necesito irme, alejarme, pensar —le decía, con determinación.

No podía apartar la vista de ella. Era la mujer más hermosa que había visto en mi vida, y también la más difícil. Me había besado con pasión, pero también con miedo. Me había dicho que no estaba lista, que no sabía si me quería, que necesitaba tiempo. ¿Tiempo para qué? ¿Para negar lo que sentía? ¿Para escapar de mí? ¿Para olvidarme?No lo iba a permitir.

Ella era todo para mí. Y yo iba a hacer lo que fuera para que lo aceptara, para que me amara, para que fuera mía. Aunque tuviera que arrastrarla hasta Alaska.

Después de terminar la negociación, salí y solo observé cada aspecto de ella. Quería recordarla así, aunque fuera por unos días, mientras planeaba algo. Cuando llegué al ascensor, lo último que hice fue inhalar profundo para traer su aroma y poder salir de aquí sin ella. Pero no contaba con que ella hiciera lo mismo. Nuestras miradas se cruzaron y sentí una chispa eléctrica entre nosotros.

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