KAELA:
Mientras era arrastrada una vez más, como el día en que llegué y vi morir a mi padre por los traidores que nos atacaron, veía cómo ahora hacían lo mismo con Kaesar. Aunque se había convertido en su lobo Kian, seguía siendo apuñalado una y otra vez hasta caer ensangrentado e inerte en la nieve. Todo por no escucharle.
—¡NOOOOO! —grité con todas mis fuerzas ante la risa burlona de Arteón, que ordenaba que acabaran con él—. ¡Juro que me las pagarás, no creas que has ganado! —Ya lo hice, princesa. No debiste resistirte aquel día en el bosque; ahora mi primo no habría muerto, ni toda su manada —me dijo con una sonrisa triunfadora. —¿Qué quieres decir con toda su manada? —pregunté con incredulidad, recordando que solo habíamos puesto a salvo