ARTEÓN:
Corría todo lo que podía. Debía esconderme en un lugar donde mi primo no me encontrara. Acababa de presenciar el enorme poder de los Alfa Reales, el que las leyendas contaban y que, con el paso de los años, los lobos habíamos dejado de creer. Pero era cierto: nadie podía acabar con ellos.
Y yo los había traicionado. No solo intenté asesinar a mi primo Kaesar con el veneno de los Arteones, sino que también rapté a su Luna y puse a los brujos a torturarla. Ninguno de los dos me iba a perdonar. Debía escapar.“¿En qué estaba pensando?”, reflexioné mientras mis pies resbalaban en el fango. La rabia, el resentimiento y el odio que creí que me hacían invencible se desmoronaban ante lo que realmente había visto: un Alfa Real liberando el poder de generaciones completas, una Luna Alfa Real reflejando la pureza y la salvació