KAESAR:
Había dejado que los miembros del consejo de ambas manadas resolviesen todo lo relacionado con la unión; mi mente se había quedado anclada en el hecho de que mi madre, la Luna Artemia, no era mi madre biológica. Recuerdo cómo, en momentos de calma bajo el brillo de la luna, mi padre hablaba de Lirael, la loba que nunca conocí. Su voz se llenaba de un profundo respeto cada vez que pronunciaba su nombre.
“Kaesar”, me decía, “si alguna vez sientes la llamada de tu pareja destinada, y no es una Alfa Real como tú, asegúrate de buscarla entre las Lobas Estrellas Celestiales. Ellas son guardianas del alma y portadoras de antiguos poderes, conocidas por su lealtad y su capacidad de ver más allá de lo físico”. Su imagen florecía en mi mente: lobas de pelajes brillantes, del color del cielo nocturno, marcadas por constelaciones que reluc&iacutKAESAR:Una sonrisa fría se dibujó en mis labios. Así que el cobarde prefiere jugar sucio. Tomé la mano de mi Luna, y juntos pronunciamos un nuevo sortilegio que habíamos aprendido. Por primera vez, decidimos anunciar al mundo sobrenatural que estábamos juntos y que íbamos contra ellos. Pero lo más importante: éramos más poderosos que ellos. Podíamos proteger a los nuestros y devolver el ataque con la misma fiereza, o incluso peor. El aire se electrificó a nuestro alrededor mientras el sortilegio tomaba forma. La energía fluía entre nosotros como un río plateado, alimentándose de nuestra conexión y del poder ancestral que corría por nuestras venas. —¡Ahora! —grité, y nuestras voces se fundieron en una sola mientras el hechizo se liberaba. Una onda expansiva de luz plateada brotó de nue
KAESAR:Asentí, reconociendo no solo la veteranía de Daegan, sino también su lealtad. Su sugerencia era inteligente, directa y efectiva. A veces, los guerreros con experiencia cargan consigo una sabiduría que ni siquiera los hechizos más antiguos pueden igualar.—Entonces, Daegan, confío en tu plan. Lleva a tus hombres y ataca con precisión. Quiero ver a esos brujos en retirada antes de que la luna alcance el cénit.Él asintió con determinación y, con una señal, reunió a sus hombres. Cada uno de ellos irradiaba una energía contenida, un hambre de luchar y proteger lo que era nuestro.Me giré hacia mi Luna, quien me estaba observando. Sus ojos, siempre reflejo de la calma que me anclaba, ahora mostraban un brillo de furia controlada, una promesa silenciosa de que no permitiría que nadie dañara nuestra manada.—Es momento,
KAESAR:El aire se volvió denso cuando Rufén se abalanzó hacia mí, sus fauces abiertas en un gruñido amenazador. A pesar de su tamaño considerable para un lobo normal, parecía casi pequeño en comparación con mi forma de Alfa Real. Mi pelaje negro brillaba con mi energía mientras esquivaba su ataque con una agilidad que contradecía mi gran tamaño.—¿Es todo lo que tienes, tío? —gruñí, resonando con un poder que hizo temblar el suelo bajo nuestras patas. Los brujos que lo rodeaban comenzaron a murmurar encantamientos, intentando fortalecerlo con su magia oscura.Rufén, envuelto en un aura púrpura artificial producto de los hechizos, volvió a atacar. Esta vez, sus movimientos eran más rápidos y letales, pero seguían siendo insuficientes. Con un simple golpe de mi garra, lo lancé varios m
KAELA:Mantuve el escudo de energía plateada extendido sobre nuestras tropas, con mis ojos brillando con el poder ancestral mientras observaba a mi compañero enfrentarse a Rufén. El esfuerzo de proteger a cientos de guerreros era considerable, pero mi poder como Alfa Real fluía con fuerza a través de mí.Los brujos de los Arteones lanzaban hechizo tras hechizo contra mi barrera, sus magias oscuras estallando en destellos púrpura contra el resplandor plateado de mi protección. Cada impacto hacía temblar el escudo, pero mi determinación era más fuerte.—¡La Luna protege a los nuestros! —grité, intensificando el brillo de mi poder. Los símbolos ancestrales en mi pelaje blanco resplandecían como estrellas, canalizando la energía pura de generaciones de Alfas.Fue entonces cuando escuché las palabras de Rufén sobre Artemia y Lirael
ARTEÓN:Corría todo lo que podía. Debía esconderme en un lugar donde mi primo no me encontrara. Acababa de presenciar el enorme poder de los Alfa Reales, el que las leyendas contaban y que, con el paso de los años, los lobos habíamos dejado de creer. Pero era cierto: nadie podía acabar con ellos.Y yo los había traicionado. No solo intenté asesinar a mi primo Kaesar con el veneno de los Arteones, sino que también rapté a su Luna y puse a los brujos a torturarla. Ninguno de los dos me iba a perdonar. Debía escapar.“¿En qué estaba pensando?”, reflexioné mientras mis pies resbalaban en el fango. La rabia, el resentimiento y el odio que creí que me hacían invencible se desmoronaban ante lo que realmente había visto: un Alfa Real liberando el poder de generaciones completas, una Luna Alfa Real reflejando la pureza y la salvació
KAELA:Los aullidos de victoria resonaban por el valle, anunciando más allá de nuestro territorio que habíamos vencido y que no íbamos a detenernos. Miré a mi alrededor con orgullo, y fue entonces cuando me di cuenta de que mi Alfa había desaparecido. ¿Dónde se había metido? Me convertí en mi loba, Laila, y lo busqué a través del enlace de pareja. Lo encontré corriendo por el bosque; estaba persiguiendo a alguien.—Rouf, ven aquí —llamé a mi Beta, quien se acercó de inmediato, alertando a otros guerreros que me siguieron sin dudar.—¿A dónde vamos, mi Luna? —preguntó sin dejar de correr a mi lado.No respondí. Seguía el rastro de mi Alfa, sintiendo su furia más allá de lo que podría describir. Era una sensación que me hacía pensar que quería acabar con todos. No olvidaba que era considerado un Alfa cruel.—¿Lo localizaste, Laila? —le pregunté a mi loba. A pesar de estar convertida en ella, no le había cedido el control; debía mantener el raciocinio humano.—Sí, un poco más adelante. E
ARTEMIA:Desde mis aposentos, donde Rufén me tenía encerrada, escuché los aullidos de la llamada a la guerra. Iban a ir contra mi hijo. Me había enterado de que estaba herido y a punto de morir, pero al parecer, alguien le dio el antídoto del veneno de mi familia, el mismo que había acabado con la vida de tantos guerreros. El secreto del antídoto nunca salió de nosotros. Quería avisarle, decirle que utilizarían a los brujos contra sus lobos, pero no podía. No era su verdadera madre y, por ello, no podía comunicarme con él como toda loba haría con su hijo.Intenté contener las lágrimas al escuchar cómo los aullidos crecían en intensidad, sincronizados con el sonido de los pasos. Eran muchos y avanzaban con decisión. Cada movimiento allá afuera parecía anunciar la violencia que estaba por desencadenarse. Mi corazón lat&ia
KAESAR:Lancé un aullido advirtiendo a todos en mis territorios que debían cuidar de mi madre. Se escuchaba en todo mi dominio mientras entregaba a Arteón a los guerreros y corría con todas mis fuerzas hacia mi territorio. Mi Luna me alcanzó y me hizo detenerme. —Dame tu mano —me pidió, y fue entonces que recordé. El sortilegio. —Piensa en el lugar donde crees que está la Luna Artemia. A pesar de que Rufén me había dicho que ella había asesinado a mis padres, había algo en mí que se negaba a aceptar que la mujer que me había criado, que había estado conmigo todos estos años, fuera esa cruel persona que decían. Tenían que haber cometido un error. Aparecimos en sus aposentos, en su habitación, y escuchamos voces airadas afuera. Las reconocí al instante: eran mamá y la