Mateo fingía mirar el móvil mientras esperaba que Martina saliera del baño, pero en realidad su atención se había fijado en algo que no estaba seguro de haber visto. En la esquina de la barra, entre tazas de café y migas de bizcocho, había algo que parecía… una ecografía.

No podía asegurarlo. Tampoco era su asunto. O eso se repetía.

Clara reía bajito con Paula, con un brillo distinto en los ojos. Más suave. Más... maternal. Mateo volvió a fijar la mirada en el móvil. Mensajes de Gonzalo sin responder. Preguntas sin responder.

—¿Vamos? —dijo Martina, saliendo por fin.

Mateo se levantó como un resorte. Martina abrió la puerta de la pastelería y él la siguió. Afuera, el aire estaba tibio, cargado de humedad, como si fuera a llover.

—¿Todo bien? —preguntó él, intentando sonar casual.

—¿Todo bien con qué?

—Con… no sé, contigo. Estás más seria que de costumbre.

Martina se cruzó de brazos, lo miró con esa mezcla de desafío y encanto que a Mateo tanto le costaba descifrar.

—Escúchame bien, Mat