Las luces eran tenues, el ambiente animado y los cócteles fluían con la ligereza que da el fin de semana. Clara estaba sentada junto a la barra, entre Paula y Martina, removiendo su bebida con la pajilla sin muchas ganas. Llevaba puesto un vestido negro sencillo pero favorecedor, que sus amigas habían aprobado con entusiasmo excesivo.
—¿Le vas a escribir? —preguntó Paula, con una ceja levantada y la copa de margarita medio vacía en la mano.
—No sé —murmuró Clara, con el celular en la mano, la ventana de WhatsApp abierta en la conversación con Gonzalo. Su pulgar flotaba sobre el ícono del clip para mandarle la ubicación.
—Si dudás, es que no deberías —intervino Martina, tomando un sorbo de su gin tonic—. O le escribís con todo o lo mandás a la mierda. No hay punto medio.
—Siempre tan sutil —ironizó Clara.
Paula rió.
—Marti da consejos amorosos como si estuviera dando instrucciones para escapar de una cárcel.
—Yo escapé de varias —replicó Martina, con una sonrisa pícara—. Relaciones, di