Clara estaba concentrada en su pantalla, o al menos eso intentaba. Tecleaba con más fuerza de la necesaria, como si el teclado tuviera la culpa de su confusión mental. Cada vez que levantaba la vista, podía sentir los ojos de Gonzalo sobre ella desde el despacho acristalado. No es que estuviera mirándola fijamente… pero la miraba.

El móvil vibró sobre la mesa. Clara lo desbloqueó y leyó el mensaje. Era de Hugo.

Pedazo de m****a:

Veo que no vas a responder, ni quieres hablar conmigo. Por lo tanto, le he dado tu número a mi abogado. Como sabrás, me caso, y necesito el piso. Yo me haré cargo de la hipoteca. Podemos hacer esto por las buenas, o llevarlo a juicio. Tú eliges, Clara, espero tu respuesta.

El corazón de Clara empezó a latir con fuerza. Sentía cómo el enfado y la rabia se le acumulaban en el pecho. Tecleó una respuesta sin pensar demasiado, con los dedos temblándole sobre la pantalla.

Clara:

Te puedes ir a la m****a, Hugo. Yo he puesto mucho dinero en ese lugar, muchas veces he