Las tres amigas estaban sentadas en el sofá, rodeando la mesita del salón. La cajita, abierta en el centro, parecía un invitado inesperado al debate. Martina, con su habitual curiosidad tecnológica, le hizo una foto y se puso a buscar en internet.
—Definitivamente, eso —dijo señalando la caja con el dedo, mientras alzaba una ceja— no es para las orejas.
—¡Os lo dije! —chilló Paula, llevándose las manos a la cabeza, como si estuviera viendo una revelación divina.
Clara frunció el ceño, mirándolas alternativamente.
—¿Y dónde se supone que se ponen?
Martina no contestó de inmediato. Se limitó a girar el móvil con aire solemne y mostrárselo a Clara.
—Mira.
Clara resopló, arrebatándole el móvil con impaciencia. Empezó a deslizar las imágenes, sus ojos se abrían un poco más con cada deslizamiento.
—Esto es material de fanfic, literalmente —comentó Martina con una sonrisa divertida mientras observaba la reacción de su amiga.
—Ni se te ocurra —le advirtió Clara, mirándola de reojo.
Martina al