El sol se alzaba tímidamente sobre la ciudad, iluminando con su luz dorada el rostro de Ava mientras sostenía el teléfono entre sus manos. Había pasado toda la noche dando vueltas en la cama, su mente enredada en los pensamientos que no la dejaban descansar. Lo que había pasado con Ethan la noche anterior seguía golpeando su pecho, la sensación de impotencia y el miedo de lo que podría sucederle a Adrián la atormentaban. La idea de perderlo, de no poder hacer nada para evitarlo, le quemaba por dentro.
Ava tomó una decisión. Sabía que la única forma de solucionar todo eso era enfrentarse directamente a Helena. No podía quedarse de brazos cruzados mientras la vida de Adrián se desmoronaba. Necesitaba hablar con ella, hacerle entender que lo mejor para el niño era quedarse con Ethan, que él había sido el único que realmente había estado allí para él. Que, aunque ella hubiera sido su madre biológica, su abandono había dejado huellas que no podían borrarse.
Con determinación, Ava marcó el