La atmósfera en el restaurante se había vuelto densa y pesada, como si todo el aire hubiera absorbido las palabras de Helena, las bofetadas y la arrogancia de su tono. Ava había quedado allí, inmóvil, mirando cómo Helena se alejaba, dejándola con un torrente de emociones encontradas. La furia, la impotencia, la tristeza, y sobre todo, el miedo a no ser suficiente para Adrián. Su corazón palpitaba con fuerza, y la sola idea de que su presencia pudiera separar a un padre de su hijo la desbordaba.
No entendía cómo había llegado a esto. Al principio, todo parecía tan claro: ella quería lo mejor para Adrián, quería que estuviera con Ethan, el hombre que lo había criado, que lo amaba. Pero ahora, después de aquella confrontación, todo había cambiado. La lucha interna que sentía era insoportable. Si se alejaba de Ethan, ¿estaba haciendo lo correcto? Si no lo hacía, ¿estaba condenando a Adrián a una vida que no merecía?
Ava se sentó en una de las sillas del restaurante, dejando que las manos