La llamada de Arthur resonó en su oído como un disparo en la oscuridad.
—Ethan… los encontré. Ava, Donkan y Adrian están en el hospital donde está internada la mamá de Ava —dijo Arthur, con un tono de voz contenido, pero claramente agitado—. Estoy afuera, acabo de hablar con una enfermera. Ava estaba alterada, y no la han vuelto a ver desde que llegó.
Ethan no respondió. Se quedó en silencio durante un segundo que pareció una eternidad. En ese breve instante, todos los escenarios posibles pasaron por su mente: uno peor que el otro. El hospital. La madre de Ava. Ava desaparecida. Donkan. Adrian. La urgencia le trepó por la espalda como un escalofrío.
—Voy para allá —fue lo único que dijo, con voz seca y grave, antes de colgar y salir como un relámpago por la puerta.
El trayecto al hospital fue una especie de tortura: Ethan apretaba el volante con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Conducía con la mirada fija en la carretera, pero su mente estaba en otra parte. Imágen