Ava sintió algo cálido y sólido contra su cuerpo, un peso que no debería estar ahí. Movió los dedos lentamente, dándose cuenta de que su mano no estaba sobre una almohada, sino sobre algo más firme… y caliente.
Frunció el ceño. ¿Qué demonios?
Abrió los ojos de golpe.
Ethan.
Estaba dormido profundamente, con un brazo fuerte y pesado rodeándola por la cintura, manteniéndola pegada a su pecho como si fuera una almohada humana. Peor aún, su pierna estaba entre las suyas, anclándola completamente.
Ava contuvo un grito. ¡¿Qué estaba pasando?!
Se movió con cautela, pero el agarre de Ethan se tensó.
—Cinco minutos más… —murmuró él con su voz adormilada, y su aliento cálido rozando su cuello.
Ava parpadeó. ¿Cinco minutos más? ¿De qué hablaba este lunático?
—¡Suéltame, gorila! —gruñó, retorciéndose, pero él simplemente la abrazó más fuerte, aplastándola contra su cuerpo.
—Hueles bien… —dijo él, con su voz llena de sueño, ignorando por completo la lucha de Ava—. Podría acostumbrarme a esto. Que