El aire en la habitación estaba cargado, denso con la tensión que crepitaba entre ellos. Ava aún sentía el ardor en sus labios tras el beso salvaje de Ethan, y el eco de su cuerpo presionado contra la pared. Su respiración era errática, su corazón palpitaba con furia contra su pecho, y aún así, se negaba a ceder ante la mirada oscura y hambrienta de Ethan.
—Te odio —espetó, con la voz apenas en un murmullo.
Ethan esbozó una sonrisa ladeada, cruel, devastadoramente arrogante.
—No lo suficiente.
Ava levantó la mano para apartarlo, pero él la atrapó por la muñeca con facilidad. Su agarre no era brusco, pero tampoco le dejaba escapatoria.
—Déjame ir —exigió, aunque la firmeza en su voz flaqueó cuando él deslizó el pulgar sobre su piel, dibujando círculos lentos y deliberados.
—No quiero.
Ethan la miraba con esa intensidad que la hacía temblar por dentro, como si estuviera decidido a devorarla entera.
Había algo depredador en su postura, en la forma en que su cuerpo la acorralaba sin siqu