Me dirigí a clases con mi mente ensimismada en todo lo que me estaba pasando, aunque odiaba mucho más a una sola persona. Jackson era un idiota que no sabia lo que decía, solo hablaba de las cosas que David le había contado, ya no era así, Si al menos todos supieran de la clase de hombre que era mi ex, sabrían que no era tan hombre como todos pensaban que era. David tenía un gran secreto, y no entendía por que razón me lo seguía guardando, cuando muy bien podía usar eso a mi favor, pero tal vez esa algo que tenia que guardar para el momento indicado.
Ahora entendía porque mis amigos siempre me advirtieron de él. Estaba tan enamorada que no supe ver las señales que me daba, era seguro que me rompería el corazón. Pero seguía pensando en el idiota de mi hermanastro. ¿Qué derecho tenía Jackson para hablarme como lo hacía? Atraje la mirada de todos apenas puse un pie en los pasillos, mantras decían cosas de mi Ya estaba acostumbrada, era mi día a día. Siempre tenían algo que decir respecto a mí, si no era mi corte de cabello, era la ropa que usaba o lo atractiva que era, Tenía que admitir que me gustaba que envidiaran mi vida. La hija de papi que todo lo tenía si lo pedía y no me molestaba que me conocieran por ese aspecto. Incluso era algo halagador. Hasta que todo se tornó crudo. Yo solía ser una persona con un apetito sexual insaciable. Me encantaban los hombres, y no tenía reparo alguno en que todos supieran lo activa que era en ese sentido. Incluso se hablaba de una supuesta lista de los afortunados que habían pasado por mi vida. Pero esta vez era diferente; la "rompecorazones", como solían llamarme, se había enamorado... Aquella que solía usar a los hombres y desecharlos, había caído en su propia trampa. Eso era vergonzoso de escuchar y mucho más de admitir. Apreté los puños apenas me vino a la mente. Nunca antes me había sentido tan vulnerable, y cada "te amo" que había pronunciado me pesaba como una losa. ¿Cómo había podido ser tan tonta? Si era por eso que jamás tuve una relación, por que conocía a los hombres y sus trucos. David Lane era un verdadero desgraciado. Algunos decían que me lo merecía por mi supuesta promiscuidad, mientras que otros me defendían y odiaban a David por hacerme sufrir, yo prefería que todos olvidaran el tema, pero sabía que no sería así. Existían dos bandos, como siempre: los que me odiaban y los que me amaban. Prefería no comentar nada al respecto; no quería mostrar lo mucho que su traición me había afectado, aunque él se jactara de que al final había resultado ser como todos decían. Solo habíamos estado juntos cuatro meses, y llegué a creer que había encontrado al hombre ideal, al amor de mi vida. Incluso me veía con él en un futuro, con una familia y todas esas ilusiones que las personas se hacen cuando están enamoradas. Me había burlado de esas ilusiones en tantas ocasiones, y ahora me encontraba en el mismo lado de la historia. Qué ingenua había sido. Mi popularidad no era algo que hubiera buscado. No me importaba lo que la gente dijera de mí, ya fuera bueno o malo. No sabía cómo había empezado todo, pero así era como me conocían, y parecía que siempre sería así. ¿Era suerte? No lo sabía, y tampoco me importaba. Lo peor era que ni siquiera podía comer tranquila sin sentir las miradas expectantes y los comentarios en mi mesa. Me habían convertido en el chisme de todos por las razones equivocadas. Todo por el amor. Alex y Deyna me miraban preocupados. No había respondido a ninguno de sus mensajes en días, y estaban empezando a temer lo peor. Eran mis mejores amigos, pero a veces me exasperaban. Como ahora. —Va a explotar en cualquier momento —susurró Alex, mientras devoraba una papa frita, sin apartar los ojos de mí. —No la culpo... mira —añadió Deyna, señalándome—. Incluso se ha cambiado el color de cabello. El rubio le queda bien, pero esas ojeras no le favorecen. Apreté los puños ante sus comentarios. Mi color de cabello no tenía nada que ver, pero siempre encontrarían algo para justificar mi comportamiento.