La noche se cernía sobre nosotros como un manto de secretos, y el eco de las palabras de Zara resonaba en mi mente, punzante y acusador. "Eres el asesino de mi padre. Nunca podré perdonarte." Su rechazo me había dejado helado, expuesto a la cruda realidad de mi pasado. Sabía que merecía su odio, que mi traición había destrozado su mundo. Pero la idea de perderla, de verla alejarse para siempre, era un tormento que no podía soportar.
Regresé al salón privado, donde el humo del tabaco aún persistía en el aire, un recordatorio constante de las alianzas oscuras y los pactos sangrientos que definían mi vida. Me serví un vaso de whisky, el líquido ámbar quemando mi garganta mientras intentaba sofocar el dolor que me consumía.
Sabía que Zara era una amenaza, una bomba de tiempo que podía explotar en cualquier momento y destruir todo lo que había construido. Pero no podía alejarme de ella. Su belleza, su inteligencia, su rebeldía... todo en ella me atraía como una polilla a la llama. Y, por