Omar la vio marcharse antes de apretar los dientes, darse la vuelta y entrar en el salón de Urso y encontrar la caja fuerte...
Lorena entró en el ascensor con los ojos enrojecidos.
El ascensor subió.
Llegó a la puerta.
Ni siquiera había salido cuando vio a decenas de mercenarios vestidos de verde militar cargando cosas con aire frío y severo. Algo iba a pasar.
Urso decía algo a sus hombres.
Estaba de pie en medio de semejante grupo de gente, con aspecto un poco fuera de lugar.
Debería haber estado vestido elegantemente, de pie en el podio, riendo y bromeando con sus compañeros.
«Yo lo molesto, ¿verdad?»
Lorena apretó los labios y sus ojos se desviaron.
Al segundo siguiente, notó que Urso la miraba amablemente.
Él sonrió y se acercó.
—¿Por qué has salido? Que alguien te mande dentro de un rato, te lo diré mañana cuando tenga los resultados.
Lorena frunció los labios y le devolvió la sonrisa, con cierta firmeza.
—Iré contigo, Urso, me protegeré, dame un arma.
Urso la miró fijamente duran