Polo sonrió, se acercó y empujó la puerta para abrirla.
Sus ojos se oscurecieron con emociones profundas que llevaban un toque de atracción fatal.
—¿Cómo quieres que muera?
El corazón de Lorena tembló e inconscientemente le miró.
Su ceño era serio y amable, como si esperara a que ella decidiera una vez que sí, y él se encargaría del resto.
El salón era cálido y acogedor, y María se sentó sobre sus rodillas, mirándolas estupefacta.
Gemía y sacudía la cabeza, derramando lágrimas de miedo.
Vivía o moría al capricho de Lorena.
Ni en sus mejores sueños había pensado que solo buscaba una oportunidad para acercarse a Polo, ¿por qué le haría esto?
Polo utilizó tales métodos para complacer a Lorena.
A Lorena se le heló el corazón.
Se quedaba callada durante unos segundos antes de mirar a María con renovada indiferencia.
—Se me ocurrió una idea.
Polo enarcó una ceja.
Lorena entró directamente, se agachó lentamente frente a ella y dijo con indiferencia: —En realidad hay un vídeo de vigilancia del