«Estar en el mismo coche con una mujer así era insoportable.»
María frunció el ceño e intentó decir algo en favor de Estela, pero oyó que Juan le advertía:
—Si quieres bajar con ella, no dudes.
«No voy a dejar que nadie me desvíe de mi decisión.»
María se calló al instante.
Estela se agarraba a la ropa, con la cara blanca. Se parecía a Susana de una manera patética, pero Susana no estaba tan mal.
Estaba a punto de llorar, —Señorito López, ¿estás enfadado conmigo? Yo no la he hecho mal. Están divorciados, ¿no puedo decir la verdad? Si estás enfadado, me disculparé.
Ser expulsada del coche a mitad de camino por el hombre que le gustaba era simplemente demasiado humillante.
Juan dijo con frialdad: —La persona a la que deberías pedir disculpas no soy yo. ¿Qué eres que te atreves a calumniarla? Eres mala e inculta, ni siquiera conoces la cortesía. No quiero verte en el futuro, ¡vete!
Sin duda, sus palabras destrozaron el hermoso sueño de Estela.
Estela dirigió una mirada sorprendida hacia é