Dijo, con ojos fríos y oscuros mientras miraba a Miguel y con el ceño fruncido por la sombra:
—Ella va a descansar, ¿por qué no te vas?
Miguel se rio:—Eres tú quien debería irse.
Una frío nubló el rostro de Juan, sus ojos barrieron a Miguel fieramente antes de mirar a Lorena, su voz era grave:
—Déjalo irse.
Lorena se quedó de pie con expresión fría:
—Juan, eres tú quien debe irse.
La mandíbula de Juan se tensó momentáneamente, su pecho subía y bajaba mientras se contenía estoicamente.
Le lanzó con fuerza una mirada a Lorena, se dio la vuelta y se marchó.
Los pasos parecían llevar rabia.
Lorena arrugó ligeramente la nariz, obviamente él había sospechado de ella y ¿se fue simplemente?
Miguel le dirigió una mirada fría:
—Ayer por la tarde, ¿lo hiciste?
Lorena se tiró de la comisura de los labios:—Sí.
Miguel se calló, su tono se hundió:
—¿Susana provocó el incendio en la caja?
Rápidamente reaccionó ante el hecho de que su hermana no habría sido tan impulsiva para acusar injustamente a un i