Olvido Conveniente

El italiano aquel aunque ebrio, no perdía el tiempo, la chica lo volteo a ver, era un hombre en verdad atractivo, solo una tonta rechazaría su propuesta, estaba ebria no tonta ni ciega.

La tomó de la mano para salir del bar, en la barra el barman se quedó preocupado.

Karoline nunca se había comportado de aquella manera, tal vez tenía que ver con algo que le había pasado.

Fuera del bar estaba estacionado un lujoso auto de color negro, un chofer esperaba por su jefe.

El italiano se acercó enseguida al auto, abrió la puerta, después de ayudar a subir a Karoline, subió a su lado.

—Oye Creo que te equivocaste de auto, el dueño no lo encontrará cuando venga. —Karo pensó que el hombre se había equivocado al subir al lujoso auto.

—Eso no importa, dejemos que nos lleve. —Contestó sonriendo de una manera que a ella le pareció muy sexy.

Los dos reían constantemente, el hombre al volante movió la cabeza de un lado a otro.

Al llegar al hotel, bajaron con dificultad, el italiano tomó entre sus brazos a la chica, estuvo a punto de caer, se sostuvo al recargarse sobre el auto.

—Somos recién casados, así que entraremos como se debe. —La tomó entre sus brazos, karo sintió enseguida el calor de su cuerpo.

Aquel hotel era cinco estrellas, importantes personas en el mundo de los negocios se encontraban hospedados en ese lugar.

encontraban hospedados en ese lugar.

Al ver entrar al hombre con la chica entre sus brazos, los murmullos no se hicieron esperar, el gerente del hotel enseguida fue llamado.

El gerente se molestó cuando le dijeron lo que estaba ocurriendo, llamó a dos hombres de seguridad del hotel para que le ayudarán a sacar a los ebrios.

—Disculpe señor, tiene que abandonar el hotel, actos de este tipo no están permitidos.

El italiano estaba de espaldas esperando el elevador, volteó cuando sintió que alguien tocaba su hombro, enseguida clavó su mirada sobre el rostro de aquel hombre que se atrevía a molestarlo.

El gerente cambió su rostro molesto a uno preocupado cuando vio quien era el hombre que tenía frente a él.

—Perdón señor, me he equivocado, disculpe.

Llamó a los guardias, los tres se retiraron de inmediato, la frente del gerente sudaba profundamente, los guardias se preguntaron quién era realmente aquel ebrio.

El elevador por fin llegó y el italiano entró en él.

—Deberías bajarme guapo, debes haberte cansado.

—Ja, ja, ja, yo no me canso rubita, en un momento voy a demostrarte.

A pesar de estar ebria, Karo se ruborizó al pensar en lo que estaba por pasar, un extraño calor recorrió de nuevo su vientre.

—Rubita, toma la tarjeta de acceso, está en la bolsa de mi camisa, después colócala para poder entrar, no quiero bajarte, si lo hago tendremos mala suerte en nuestro matrimonio.

—Ja, ja, ja, ok, guapo. —Andrea hizo lo que le pedía, pronto estaban dentro de la habitación, el italiano la colocó suavemente sobre la cama, al hacerlo perdió el equilibrio y cayó sobre ella.

—Uhmm no puedo quejarme por caerme, caí en un lugar cómodo—Dijo antes de besarla apasionadamente, Karo correspondió con la misma intensidad.

El mal rato que había pasado al llegar a casa, por el momento parecía haber quedado olvidado.

Un par de minutos después se encontraba sin ropa, un extraño recorría su cuerpo con su boca, y ¡Dios! qué cosas hacía con ella.

—¡Caramba, italiano!— exclamó al sentir que invadía su cuerpo, el hombre sonrió para después comenzar a moverse con un ritmo que hacía que de la boca de Karo escaparan algunos gemidos.

Varios minutos después, ambos se encontraban durmiendo plácidamente.

Por la mañana, Karoline despertó, desconoció el lugar en el que estaba, se llevó tremendo susto al darse cuenta  de que estaba desnuda, mucho más al sentir a su lado un cuerpo, al levantar la manta para ver de quién se trata, gritó al ver que se trataba de un hombre completamente extraño que también se encontraba desnudo.

El italiano se despertó al escuchar el grito de una chica, sentía que miles de agujas taladraban su cabeza y al abrir los ojos, encontró frente a él a una hermosa rubia que intentaba cubrirse con la manta.

Karo no dijo nada, se cubrió con la manta, se levantó rápidamente, enseguida buscó su ropa, la encontró tirada sobre la alfombra.

—¿Quién eres? ¿Qué ha pasado?— En ese momento logró recordar la intensa noche que ese hombre le había hecho pasar, pero se sintió avergonzada por su ligero comportamiento, así que decidió fingir que no recordaba, era un olvido muy conveniente.

—¿No recuerdas nada rubita? Anoche aceptaste casarte conmigo. —Dijo sonriendo.

—¡¿Quee?! Nooo, de ningún modo. —¿Con qué clase de loco se había encontrado? Terminó de recoger su ropa y corrió hacia el baño para ducharse rápidamente.

—¿Qué hago? Karoline Carlson eres una tonta, ¿Ahora cómo escaparé? En cuanto salga de aquí me iré corriendo.

Al terminar de bañarse, se vistió de prisa, deseaba escapar de ese lugar lo más rápido posible, abrió poco a poco la puerta del baño, el hombre se había puesto el pantalón y estaba sentado en la orilla de la cama.

Karo salió corriendo y se dirigió hacia la puerta.

El italiano fue más rápido que ella y se paró frente a la puerta para evitar que saliera, abrió por completo sus brazos para detenerla.

—Oye espera, no puedes irte, tenemos un trato, debemos casarnos. —Karo no podía creer la desfachatez de aquel hombre, ¿Acaso creía que era una niña y que la envolvería tan fácilmente?

—No, no sé como ni porque llegue aquí, así que déjame ir.

—De hecho nos casamos en el bar anoche, así que solo falta que nos casemos realmente.

Ella guardó silencio por un momento, se le quedó viendo fijamente quería adivinar las verdaderas intenciones de aquel hombre, intentaba leerlas en sus intensos ojos verdes.

—¿Por qué me ves de esa manera?

Preguntó  divertido, esa chica le causaba mucha gracia.

— Espera, no hables, estoy tratando de analizar todo esto, ¿Porqué un hombre que apenas conozco desearía casarse conmigo? Con tanto loco suelto por ahí no me vayas a resultar un asesino en serie.

Karoline tomó su bolso de manera que si él la atacaba podría defenderse.

—Ja, ja, ja. —A él aquello le pareció tan cómico que no pudo evitar reírse.

— No es gracioso.—Dijo molesta al ver qué él seguía riendo.

— Míralo de esta manera, sí quisiera hacerte algún daño lo hubiera hecho anoche, te tuve sobre mi cama horas enteras. —Si que era fresco el italiano al decir aquello, pensó Karo.

Karo se quedó callada, después de todo aquel desconocido tenía razón, pero era más que claro que tenía un motivo oculto para hacerle aquella ext

traña propuesta.

El italiano sin quererlo se estaba divirtiendo observando las reacciones de aquella rubia pecosa, le parecían graciosas, además de que se veía tremendamente hermosa.

Karoline sentía el impulso de marcharse, no le gustaba hacia dónde estaba yendo todo aquello.

—No lo pienses tanto, es muy simple, necesito una esposa urgente para solucionar un problema, y me pareces perfecta para ello.

Ella siguió analizando aquello, ¿Y si ese hombre estaba diciendo la verdad y en realidad tenía un gran problema y por eso necesitaba casarse? ¿Pero qué clase de extraña persona resolvería un problema casándose con una completa desconocida?

—¿Puedo saber cuál es tu problema? —Preguntó con curiosidad.

—Digamos que necesito casarme para poder tomar mi herencia, mi abuela quiere que cumpla con la última voluntad de mi abuelo, si no me caso pronto, la herencia familiar y la empresa, pasarán a manos de alguien más, y no es alguien conveniente, así que necesito conseguir una mujer que acepte ser mi esposa.

— Vaya, ¿Y por qué quieres que sea yo esa mujer?

—Porque no voy a negar que me gustas, no será un matrimonio real si tu así lo quieres, después de un tiempo que estableceremos en el contrato, nos divorciaremos, o podremos evitarlo si te enamoras de mí perdidamente.

A Karoline le pareció un hombre muy fresco.

—Está bien, acepto— Mintió, sabía que la única manera de salir de ahí, era hacer que ese loco confiara, extendió su mano hacia él para que pensara que en verdad aceptaba.

Él también extendió su mano y apretó fuertemente la de ella para así poder cerrar el trato.

—Entonces tenemos un trato— El hombre sonrió mientras sostenía su mano.

—Tengo que irme.

—Espera, permíteme tu teléfono.—Karoline se le quedó viendo con desconfianza, después le dio su celular.

El italiano tecleó algunos números en él, su celular comenzó a sonar.

—Ahora, sí, así podremos comunicarnos, guarda mi número, espera mi llamada para indicarte que es lo que haremos.

—Está bien, adiós. —Karoline salió de ahí de prisa.

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