Don no pudo contener su ira y la empujó contra la pared, sentía que sería capaz de hacerle daño a esa mujer en ese momento.
—¡Cómo te atreves a decir eso! Isabella es inocente, si hay alguien que no merece vivir, eres tú por lo que estabas a punto de hacerle. —Don se acercó a ella, la tomó por el cuello, la mujer empezó a luchar desesperadamente por soltarse de su agarre.
En ese momento, el ruido de las voces atrajo la atención de los médicos y personal del hospital, entraron corriendo a la habitación y separaron a Don de Dana.
—¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó uno de los médicos.
Don, aún lleno de furia, señaló a la enfermera.
—Esa enfermera intentaba hacerle daño a Isabella, la vi inyectándole algo desconocido, una sustancia blanca y lechosa, al verme, escondió la jeringa entre su ropa.
Los médicos miraron a la enfermera con incredulidad.
—Esperaremos a que la seguridad del hospital llegue para investigar esto, mientras tanto, por favor, salgan de la habitación. —No hicieron mu