—¡¿Cómo te atreves a poner tus asquerosas manos en mi mujer?! —exclamó como un bramido, Amy miró a Kenneth, estaba estupefacta, él nunca fue un hombre de violencia, ahora parecía vuelto una fiera, dispuesta a comerse vivo a aquel hombre
El marqués se arrodilló suplicando perdón en una escena bastante patética
—¡Perdóname, Kenneth! Debí malinterpretar la conducta libertina de tu mujer, ella me ha seducido, y cuando me dejé llevar por el calor del momento, se ha puesto en una actuación de digna.
Amy Lang abrió ojos estupefactos
—¡Cómo se atreve a mentir! ¡Eso es falso! Estaba aquí, usted ha venido por mí, me ha tratado de una forma repugnante.
Amy sintió la mirada recriminadora de su marido, y sintió miedo, ¿Acaso él de verdad creía eso?
—¡Lárguese de aquí! O le juro que lo mataré.
El marqués de Girard se levantó tan rápido como pudo, y corrió alejándose de ellos.
—¿Qué hiciste, Amy Lang?
Ella le miró incrédula
—¡¿Qué?! ¿Tú me crees capaz de hacer algo así? ¿Crees que seduje a