CAPÍTULO 56

Valentina apenas se movía. El mareo le golpeaba la cabeza como una gran ola. Cerró los ojos repetidamente para contener el dolor, pero fue inútil: el agarre se hacía más fuerte.

Argh... —se quejó en voz baja.

—¿Qué te duele, Valen? —Alejandro le tocó la cara.

El toque fue rechazado débilmente; pero si Valentina hubiera tenido fuerzas, su movimiento habría sido brutal.

—Déjame sola —siseó.

Alejandro gruñó, frustrado. —No.

Con la energía que le quedaba, Valentina deslizó su cuerpo lejos, creando distancia. Alejandro lo vio, y su ira volvió a estallar.

—Ya le pedí a Peni que te trajera té caliente y el desayuno. Enseguida vendrá el doctor a examinarte.

—No hace falta. Solo necesito descansar.

—¿De verdad

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