CAPÍTULO 42

La risa de Doña Beatriz resonó alegre por toda la habitación.

—Exactamente, querida. Tienes toda la razón. —Aun a esa hora de la mañana, estaba impecable: un blazer color blanco hueso, una falda que le caía justo a media pierna, el cabello perfectamente peinado. Cuando Doña Beatriz Cruz de Herrera elegía un atuendo, lo hacía con la misma dedicación tanto para asistir a un almuerzo con su esposo como para una simple visita. Totalidad, siempre.

—Mami se marcha ya —anunció, ajustándose el bolso—. Pueden charlar en el jardín… o, si lo prefieren, salir a dar un paseo.

Elena reflexionó unos segundos.

—Tal vez, Doña… sí.

—Sería lo mejor —respondió ella con entusiasmo—. Llévala a tomar aire fresco, le hará bien a su recuperación. Mami está fe

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