Mis pies dejaron de moverse a mitad del pasillo, Derek hizo el ademán de jalarme, pero me permitió quedarme en mi lugar.
―Siempre creí que no me amaban, pero resulta que ni siquiera se amaban entre ellos ―dije a la nada, sintiendo que me quitaba un peso de encima.
Tal vez ahora no me interesaban, sin embargo, en mi juventud, en mi época de inocencia donde buscaba la aprobación de los demás, si me importaba, que hasta lloraba en las noches, suplicando a Dios que mis padres me amarán. Solo deseaba despertarme un día, ir a la cocina y encontrarme a mi madre haciéndome el desayuno mientras me preguntaba cómo dormí, comer todos juntos en la mesa y platicarle a mi padre como me estaba yendo en la escuela.
Quería esa vida familiar que vendían en las películas, las hacían parecer monótonas y aburridas. Suplicaba aburrirme de esa forma todos los días.