Mis pies dejaron de moverse a mitad del pasillo, Derek hizo el ademán de jalarme, pero me permitió quedarme en mi lugar.
―Siempre creí que no me amaban, pero resulta que ni siquiera se amaban entre ellos ―dije a la nada, sintiendo que me quitaba un peso de encima.
Tal vez ahora no me interesaban, sin embargo, en mi juventud, en mi época de inocencia donde buscaba la aprobación de los demás, si me importaba, que hasta lloraba en las noches, suplicando a Dios que mis padres me amarán. Solo deseaba despertarme un día, ir a la cocina y encontrarme a mi madre haciéndome el desayuno mientras me preguntaba cómo dormí, comer todos juntos en la mesa y platicarle a mi padre como me estaba yendo en la escuela.
Quería esa vida familiar que vendían en las películas, las hacían parecer monótonas y aburridas. Suplicaba aburrirme de esa forma todos los días.
Recuerdo ese día con satisfacción. Fue la primera vez que me sentí libre y ligera, a pesar que esa decisión me llevó a sufrir situaciones difíciles.―Estaba muy molesta, le pedí a mis padres que dijeran la verdad y se rieron en mi cara. Salieron a cenar, burlándose porque estaba llorando. Una vez que se fueron, destruí todo. Cada objeto que fue robado a lo largo de los años, lo destruí, lo rompí, lo quemé. ¡Todo! No se salvó el plástico, el metal, la cerámica, el oro, nada. Iba a incendiar la casa, lastimosamente, no tenía gasolina. Sin contar, que mis padres me encontraron en medio del desastre...Reviví ese momento en mi mente. Recuerdo el sabor de la ira y de la impotencia siendo liberadas al arruinar cada objeto que robaron. Lo que era de plástico, lo destrocé, lo que era de vidrio lo rompí, el papel lo piqu&
―¿Así nada más?Asintió con la cabeza.―¿No te molesta? Pensé que los querías ver arrodillados, pidiendo clemencia y besándote los pies.―Vaya, ¿me lees la mente, mujer? Acabas de describir mis planes malignos ―Me ofreció una sonrisa arrogante.―Derek ―Lo reprendí.―Son tus padres, tus traumas. Tú decides que es lo mejor para ti y que te traerá más tranquilidad en el futuro. Sí quieres encarcelarlos, eso haremos. Eso si, tengo una condición ―dijo con malicia.―¿Cual?Si a él no les gustaba mis “peros” yo sé que a mí no me gustaban sus “condiciones”.―No los denunciaremos hoy. Dejemos pasar unos días, los haré sufrir un poquito y después, los entregaremos a la policía. El vídeo de la cámara de seguridad, el adorno destrozado y
Otro maldito día; la misma testada rutina, la misma insípida comida, la mayor parte de mi día trabajando en una aburrida oficina, tolerando a una arrogante y prepotente jefa. Apenas llegue a mi casa veré por décima vez en esta semana la película: quiero matar a mi jefe. Estuve matándome estudiando para terminar siendo la asistente de una infeliz millonaria clasista y sin corazón. Me endeudé en la universidad, pagando una costosa matrícula la cuál aún debo, ¿para esto? ¿Esta era mi gran meta en la vida? No sé qué es peor, ¿tener a la peor jefa del mundo o que la peor jefa del mundo sea mi ex compañera de universidad que siempre me detestó? Por algún motivo que no entiendo, siempre estuvo en mi contra. Si yo decía que el pasto era verde, ella proclamaba que era amarillo. Si decía que el océano era azul, ella juraba que era rosado. La vida era tan injusta. Mientras yo me endeudaba para poder pagar la universidad, ella iba a grandes fiesta, nunca estudiaba y pasaba los semestr
Se me cortó la respiración. Llevaba años sin verlo en persona, específicamente desde los veintiuno. No podía negar que este hombre siempre fue atractivo hasta el punto de ser doloroso. Y los años solo lo mejoraron y le dieron un aire de madurez y sofisticación difícil de pasar por alto. Su estatura rozaba el metro noventa, sus piernas eran largas y bien definidas. Sus hombros anchos cubiertos con el traje de vestir. Siempre tuvo una contextura envidiable, no era ni muy robusto ni muy flaco, un equilibrio perfecto entre ambos. Me preguntaba cómo se vería sin camisa, que tanto se le marcarían los músculos. Me encontré con su mandíbula marcada y las facciones de su rostro eran armoniosas. Su cabello negro azabache estaba peinado hacía atrás y sus ojos grises creaban un gran contraste con su piel pálida. Jamás lo negué, físicamente me atraía, pero su personalidad me alejaba. Un brillo burlón bailaba en sus ojos grises. No sabía que expresión tenía mi rostro, pero debí que
El rostro de Derek era tan severo como armonioso. Sus fosas nasales se ensanchaban, su mandíbula estaba tensa y sus labios eran una línea recta. Sus ojos grises me evaluaron de arriba abajo, recorriendo mis piernas desnudas, mi blusa suelta que dejaba a la imaginación mis curvas, mis pequeños pechos que no se notaban gracias a la tela. A una chica de busto grande o promedio se le hubieran notado los senos a través de la tela, la forma al menos. Pero a mí no. Mis limoncitos no resaltaban. Y aún así, Derek las miraba con una intensidad que me hacía preguntar que estaba pasando por su mente. Por fin vio mi rostro y apartó la mirada sin mostrar expresión alguna. Aproveché y examiné su cuerpo. Tenía puesta una pijama sencilla; una camisa manga larga blanca y un pantalón gris de algodón. Parpadeé con pesadez. Mi cerebro aún estaba medio dormido, pero no comprendía porque se encontraba en esas fachas. Cómo si hubiera saltado de la cama. Pero eso no tenía sentido, porque había llamad
Me aclaré la garganta, pasando del rostro de Derek, al de su acompañante y el de mi jefa. Katy se encontraba con el ceño fruncido, los labios rojos apretados y la mandíbula tensa. Estaba celosa. El hombre con el que estaba intentando concertar un matrimonio tiene sus manos puestas sobre una secretaria que estudió en el pasado con él. Me solté bruscamente. ―No, no estaba fumando. Recordé al desgraciado de Martin; el prestamista, y lo maldije mentalmente. No era consciente del calibre de mi olor porque el humo que soltó en mi cara bloqueó mis fosas nasales. Pero debió ser tan grave para que Derek se diera cuenta solo por pasarle por el lado. Volvió a sujetar mi muñeca y llevó su nariz a la palma de mi mano. Mi corazón dio un vuelco por su forma tan íntima y personal de tocarme. No podía negar que este hombre me afectaba, no estaba hecha de hierro. Tenía corazón y hormonas como el resto de las mujeres. Físicamente era perfecto, el problema era su forma de tr
Estuve la mayor parte de la fiesta embriagándome y hablando con la novia. ―Estás colocadísima, Erika ―dijo Kira, la novia. Su voz se escuchaba más aguda de lo normal y arrastraba las palabras. ―No más que tú ―Me reí. Estábamos bailando las dos juntas en medio de la pista, como si fuéramos una pareja. Nos tomábamos del cuello y la cintura, girando y siguiendo el ritmo de la salsa. El mundo me daba vueltas, pero no entendía como me mantenía de pie. Choqué con un señor mayor bailando con su esposa. ―Disculpa ―dije, entre risas. El señor me dirigió una mirada de desagrado antes de apartarse. No me importaba. Ya varias personas han intentado separarnos porque estábamos haciendo “el ridículo” según ellos. Principalmente los quejones eran de la familia de Kira y el novio. Venga ya, la mujer se está divirtiendo en su propia boda. ¿Ahora es eso un delito? Ella debería poder divertirse sin preocuparse por las normas sociales. ―Me alegra que hayas venido, me hubiera a
La cabeza me palpitaba, tenía los labios agrietados y los ojos me pesaban. Me sentía como si hubiera ingerido una barra de hierro. Mis sentidos se fueron activando. El olor era nuevo y limpio. El tacto era suave y acolchado. Definitivamente era una cama. No había bultos, huecos, resortes salidos. Solo comodidad. Nunca me había sentido tan cómoda y en calma. Estiré los brazos y me sorprendí de lo ancha que era. La cama en mi apartamento era tan pequeña que mis extremidades quedaban colgando. Seguí explorando aquel delicioso terreno. Mi mano chocó contra una pared dura y caliente. Y entonces escuché un gruñido. Abrí los ojos de golpe y me senté. Acerté, era una cama. El problema era quién estaba acostado junto a mí. Derek yacía bocarriba con los ojos cerrados. Su cabello negro le caía por la frente y su pecho desnudo estaba a la vista, podía detallar los músculos de su abdomen, pectorales y brazos. La sabana le cubría la cintura para bajo y tenía miedo de que no llevara