Dante aún trataba de recuperar el aliento, su piel ardía con el rastro de caricias y besos que Svetlana le había dejado. El aroma de ella aún flotaba en el aire, mezclado con el sudor y la pasión desbordada que apenas comenzaba a disiparse. Apenas había cerrado los ojos, disfrutando de aquel efímero instante de quietud, cuando el sonido de su móvil irrumpió en el silencio.
Svetlana se estremeció y, con un respingo, comenzó a vestirse apresurada, cubriendo su cuerpo con movimientos torpes y nerviosos. Sus mejillas encendidas la delataron, y Dante sonrió con esa satisfacción masculina que no necesitaba palabras. Se incorporó con calma, sin perder la oportunidad de atraparla por la cintura y sellar sus labios con un beso lento, pero muy posesivo. La sintió suspirar contra su boca antes de apartarse y darle la espalda. Dios, cuánto le encantaba esa mujer.
Dante tomó el móvil de la mesa y vio el nombre de Fabio en la pantalla. Frunció el ceño y deslizó el dedo para contestar al instante. F