Washington D.C.
Cuartel Secreto de Operaciones Internacionales
El silencio en la sala de comunicaciones era tenso, artificial, como el aire contenido justo antes de una tormenta. Siete hombres y una mujer, todos con placas de acceso de nivel alfa, rodeaban la mesa de conferencias de vidrio templado. En la pantalla principal, un mensaje encriptado acababa de aparecer.
El primero en leerlo fue el Director Leland Bishop. Su mandíbula se tensó, el ceño se le frunció como si las palabras le quemaran la piel. Leyó en voz alta:
—“Tienen exactamente dos horas para responder. No más. No menos. Si no recibimos una confirmación clara de cese de operaciones hostiles contra Dante Bellandi y su familia, toda la información será liberada de manera automática, global y masiva…”
Se hizo el silencio.
El agente Wagner dejó caer la carpeta que tenía en las manos. La mujer al fondo, la analista Kendra Holt, se llevó las manos al rostro, incrédula. Nadie se atrevió a hablar de inmediato.
—¿Eso es una jodi