Daniela sintió que su corazón se encogía mientras observaba a Víctor. Su mirada era una tormenta de emociones contenidas, una mezcla de furia y determinación. Había esperado este momento durante cinco años, temido cada posibilidad, cada escenario en el que él apareciera reclamando lo que era suyo. Pero nada, nada la había preparado para la realidad que ahora la golpeaba con fuerza.
—Los veré hoy —reafirmó él con un tono que no dejaba margen para la discusión.
Daniela tragó saliva y asintió débilmente. Sabía que no había escapatoria. Lo que más temía estaba sucediendo, y no podía evitarlo.
Víctor la soltó con brusquedad y dio un paso atrás, pasándose una mano por el cabello, intentando recobrar el control de sí mismo. Respiró hondo, como si intentara contener la rabia que amenazaba con consumirlo.
—Dímelo otra vez —pidió con un tono bajo y peligroso.
Daniela frunció el ceño, sin entender.
—¿Qué cosa?
—Que tengo hijos. Dilo en voz alta.
Ella sintió un nudo en la garganta, pero obligó a