‘‘Daisy, ¿tienes un momento? ‘‘pregunto lo suficientemente alto para que todos puedan oír.
‘‘Por supuesto. ‘‘Daisy entra en mi oficina.
Cierro la puerta antes de girarla y presionarla contra ella, mis labios trabándose con los suyos.
Cuando finalmente la dejo ir, Daisy se lame los labios y sonríe.
“¿Eso es todo, jefe?” Ella sonríe.
‘‘No. ‘‘La tomo de la mano y la llevo a mi escritorio’‘. ¿Está todo bien? Llegaste tarde esta mañana.
Daisy mira hacia otro lado y mi corazón se hunde.
"¿Daisy?"
Ella levanta su mirada hacia la mía, sus ojos brillan.
‘‘Iba a dejar esto para más tarde, pero… ‘‘gira su pulsera alrededor de su muñeca’‘.
‘‘Daisy ‘‘le advierto.
Ella mete la mano en el bolsillo, saca un palo y me lo entrega.
Me quedo mirando, cautivada por el palo blanco, que revela dos líneas azules.
‘‘¿Qué? ¿Cuándo? ‘‘digo con la voz entrecortada.
‘‘Esta mañana. Tenía el estómago un poco revuelto y ayer, cuando entré en la panadería, olía a pan recién hecho. Digamos que tenía que irme. ‘‘Inclin