Clyde McCallum, el escocés

La luz del sol entraba en la pequeña habitación ubicada en el conjunto de residencias del campus de la Universidad de Vancouver, en la Columbia Británica de Canadá.

Cuando llegó a la cama le dio de lleno a un joven delgado, pero bastante alto, que estaba durmiendo boca abajo sobre ella, vestido solo con un sucio blue jean. Este abrió los ojos poco a poco volteando hacia un costado para evitar que le diera de lleno en los ojos.

Clyde abrió los ojos por completo, cuando se movió para tratar de voltearse en la cama, sintió que todos los músculos de su cuerpo crujían por el esfuerzo, como si hubiera estado picando piedras con un enorme martillo en una prisión.

De pronto imágenes borrosas llenaron su mente y recordó lo que había sucedido en la noche. De la impresión se levantó sobre sus manos y terminó sentado en la cama, aunque un poco mareado, como si hubiera bebido anoche, pero estaba seguro de que no había probado más que una cerveza fría y ni siquiera se la tomó por completo.

—¡Demonios! —la expresión escapó de su boca con fuerza, se sentía tan extraño, como si este no fuera su cuerpo.

Sentado en la cama se tomó la cabeza con ambas manos para tratar de suprimir la sensación de mareo y el leve dolor de cabeza que le había dado.

«¿¡Pero qué rayos había pasado anoche!? —se interrogó a sí mismo»

Clyde trató de ordenar sus ideas, porque los pensamientos se confundían en su mente, era como haber tenido un sueño aunque estuvo despierto al mismo tiempo.

Recordó que había salido del pub donde había estado y se dirigió a la universidad para tratar de estudiar un poco. Para ahorrar camino atravesó el parque que estaba antes de la universidad. Cuando estaba casi en la mitad escuchó unos gritos de mujer seguidos de unas carcajadas de lo que parecía ser un grupo de borrachos.

Sin pensarlo mucho se dirigió hacia donde salían los gritos, cuando subió un pequeño promontorio vio que uno de ellos tenía sujeta a una chica, a quien reconoció como una de sus compañeras de la universidad. 

Sin dudarlo se lanzó contra uno de los que la tenía sujeta y logró derribarlo, aunque el sujeto era mucho más corpulento que él. Clyde esperaba que lo sorpresivo del ataque le diera una pequeña ventaja, aunque fuera que ellos se distrajeran, mientras él tomaba a la chica para salir huyendo del lugar, pues estaba seguro de que no iba a poder con todos.

Pero no tuvo suerte, el sujeto que tumbó se levantó con gran rapidez a pesar de su corpulencia, y mientras Clyde volteaba para tratar de ayudar a la chica a soltarse del otro sujeto, este le dió con un grueso tubo un golpe tan fuerte en el brazo que escuchó cómo crujían sus huesos al partirse.

El dolor lo encegueció por unos momentos evitando que pudiera al menos defenderse, cuando el tubo golpeó su cráneo le pareció ver un relámpago delante de sus ojos y luego las tinieblas lo inundaron mientras perdía el sentido y caía en el suelo, desmayado.

Pero aunque estaba seguro de que había caído desmayado, tuvo conciencia de que estaba en un bosque oscuro rodeado de piedras, como el que estaba cerca de la hacienda de su abuelo en las tierras altas del norte de Escocia.

Levantó el torso, pero fue todo lo que pudo mover (O creyó que movía), porque vió una luz como si estuviera dentro de una nube pero se desplazaba pegada del suelo. Cuando la luz estuvo más cerca percibió que había una figura en medio de la luz. Era un anciano vestido de un modo extraño.

Este se detuvo junto a su cabeza y comenzó a susurrar unas palabras en un idioma que no conocía, pero que sentía conocer su significado, aunque no pudiera ponerlo en palabras.

«seasamh suas luk wolf, suas gaisgeach… —murmuraba el anciano como un conjuro— seasamh suas luk wolf, suas gaisgeach»

Clyde no podía ver el rostro del anciano, pero veía su vestimenta y sus pies desnudos delante de su cara. De pronto el anciano dijo su apellido en un grito gutural

«¡McCollum

Al pronunciarlo, algunos rayos de la luz que rodeaba al anciano se fueron acercando hasta que fueron atravesando su piel como un cálido resplandor. Entonces sintió como su brazo se enderezaba debajo de él y su cabeza dejaba de manar sangre. Al mismo tiempo se sintió lleno de una vitalidad y fiereza como nunca antes se había sentido en toda su vida.

Sintió cómo sus músculos y huesos iban aumentando de tamaño, con dolor, pero era tolerable, el brazo le dolió un poco mientras los huesos se enderezaban, se acomodaban en su lugar y se soldaban de nuevo. Lo mismo ocurrió en su cabeza, la sensación de un frío que penetraba su piel y sus huesos hasta llegar al cerebro, era un poco dolorosa pero aliviaba el dolor lacerante anterior, luego se volvía cálida haciendo que todo lo lastimado quedara sanado.

Su respiración se hizo profunda y pudo abrir los ojos. Vió como el sujeto que tenía a la chica agarrada la golpeaba con fuerza haciéndola caer hacia atrás, para luego lanzarse sobre ella. La ira sustituyó casi cualquier sentimiento en su pecho y su mente solo estaba concentrada en la lucha que se avecinaba.

Se levantó de un salto, y se movió hacia el sujeto que lo había golpeado, el cual tenía aún el tubo en sus manos. Lo agarró por el cuello con una fuerza que él mismo no conocía, ¡y su mano se veía enorme!

El sujeto trató de agarrar la mano que lo sujetaba, pero fue en vano, se sintió arrancado de la tierra como si lo hubiera agarrado el brazo de una poderosa grúa, y lo siguiente que sintió fue que volaba por el aire hasta que chocó con el grueso tronco de un árbol que estaba a varios metros de allí, rebotó contra la madera y cayó hecho un ovillo semi inconsciente.

Otro de los sujetos alcanzó apenas a ver una sombra que tomaba a su compañero y lo enviaba por los aires como si fuera de papel, y eso que pesaba no menos de 130 kilogramos.

—¡Hey! —gritó para alertar a sus amigos, pero fue lo único que pudo hacer. La enorme sombra se abalanzó sobre él en cuestión de segundos por lo que no pudo emitir ni siquiera un quejido.

El extraño sujeto lo tomó por los costados y lo levantó como si no pesara nada y de un solo envión lo lanzó varios metros atrás, hasta que chocó con una pared de madera de una especie de caseta para guardar herramientas.

El hombretón que sujetaba a la chica la estaba desnudando y no se daba cuenta de nada, sin embargo los otros dos vieron rebotar al que le decían “Chico” contra un árbol y quedar aturdido a sus pies, al mismo tiempo que escuchaban el grito del otro. Luego vieron cómo un hombre muy corpulento y alto sujetaba al que se llamaba Larry y lo envió contra la caseta que estaba cerca.

Ambos se levantaron asombrados y con cierto temor, los dos hombres que yacían en el suelo sobrepasaban a casi todos en estatura y fuerza.

—¿Qué demonios es eso? —rugió uno de ellos preparándose para lanzarse encima del extraño sujeto, la escasa luz del lugar no los dejaba ver muy bien, sin embargo parecía un hombre de más de dos metros de altura y parecía que tenía una chaqueta de piel marrón oscuro.

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