007

Tatiana

Me esfuerzo por estar de buen humor en la escuela. Me repito que debo asentir, sonreír o hacer algún comentario cada vez que Emily abre la boca. Me digo, como ayer, que si me comporto normal, mi necesidad por Hasan se irá.

Así no sentiré cosquilleos cada vez que nuestras miradas se cruzan en clase. Ni me dará esa rabia ardiente cuando su compañera de asiento le acaricia el brazo, coqueteando sin vergüenza mientras hablan. Por Dios, estamos en clase. Esa niña se merece detención por provocar así.

Contengo las ganas de ir con la señorita Treton y acusarlos yo misma. Que alguien haga algo, por favor.

“¿Me estás escuchando?” Emily prácticamente me respira en la oreja.

“¿Qué? ¡Sí!” Agarro mi libro para fingir que estaba atenta. Ella se deja caer en el asiento justo cuando suena el timbre. Cuarta hora. Última del día. Emily y yo solemos matar el tiempo fuera del campus antes de volver a las seis para la práctica de porristas.

Salimos juntas del colegio. Ella también ha terminado por hoy. Tomamos su coche y nos vamos al café de hamburguesas más cercano. Pedimos afuera: ella una doble, yo un burrito. Mientras esperamos, Emily sigue parloteando.

“Has estado rara desde anoche. Prometo no presionarte para hablar. Solo quiero hacerte olvidar lo que sea que te preocupa.” Hace una pausa dramática.

“Hasan me invitó a salir esta mañana. ¡Aaah!” grita, tapándose la boca de la emoción.

¿Y eso se supone que me va a hacer olvidar mis problemas? Ella va a salir con el chico que ES mi problema. Aunque sí, no es su culpa.

“Qué bueno, me alegro por ti.” Le sonrío, pero mis mejillas me traicionan y seguro se nota que miento.

“¿En serio?” pregunta, medio triste. “Vamos, Taty. Es el primer chico que me gusta en muchísimo tiempo. Alégrate por mí.”

“Lo hago, Emily.” Tomo su mano con cariño. “Es solo que… es Hasan. Es un idiota, un mujeriego, y tiene más cuerpos que touchdowns. Es mi hermano. No quiero que te haga daño.”

Su expresión se vuelve dulce. Cree que es preocupación genuina. Ojalá supiera que es pura y asquerosa… ¿envidia? Iugh. La palabra me da alergia. Está a punto de responder, pero llega la comida y la conversación muere ahí. Doy gracias, y enseguida le pongo un río de mayonesa a mi burrito.

“Sé que te preocupa, pero me ayudarás a elegir vestido, ¿sí?” Emily mueve las cejas como si fuera una caricatura.

Resoplo. “Claro.”

HORAS DESPUÉS

La práctica acaba después de una hora. Nos cambiamos en el vestuario y luego Emily nos lleva a casa.

En el camino se la pasa soñando despierta con posibles citas. Que si cine, que si un parque bonito, que si ropa transparente y cero ropa interior. La escuché durante… dos minutos. Luego mi cerebro se desconectó por instinto de supervivencia.

Apenas entramos, ella sube corriendo a mi habitación. Yo voy por agua. Justo cuando abro la botella, mamá llama para asegurarse de que no nos hemos muerto o incendiado la casa. Exagerada. La tranquilizo como puedo.

“¿Y tu hermano?” pregunta de repente. Me tenso. Mamá detecta mentiras mejor que un polígrafo. No pienso decirle lo de la fiesta, y menos lo del video que probablemente sigue existiendo.

“Molestando.” digo seca. Ella parece conforme y cuelga al ratito.

Subo a mi cuarto y encuentro a Emily con media tienda de ropa sobre mi cama. La observo cinco segundos y ya sé cuál.

“El del medio.” digo cerrando la puerta.

“¿Sí?” Asiento y listo, deja de pensar.

Guarda lo demás, se ducha y me llama para ayudarla a arreglarse. Le digo que mejor maquillaje natural. Hasan será un patán, pero no se ve como fan de las chicas que parecen obras de construcción.

“¿Qué tal?” pregunta ella, dando una vuelta completa. Vestido azul oscuro, hombros al aire, un par de dedos por encima de las rodillas. Ella es perfecta. Punto. Hasan es un cliché con ojos si no la quiere.

“Te pediría matrimonio ahora mismo.” Porque “estás bonita” se queda corto.

“Espero que a Hasan le guste.” dice, y mi buen humor se va al carajo.

“Más le vale.”

Todavía no veo a Hasan desde que llegamos. Seguro está con Dave, pretendiendo que importa. Bajo con Emily al vestíbulo para tomarle fotos.

En eso, una limusina se detiene en la entrada.

¿Perdón? No somos tan ricos.

Emily sigue posando sin ver nada, pero yo frunzo el ceño. El chofer abre la puerta. Hasan baja. Con un traje. Y mi sistema nervioso se apaga por sobrecarga de información estética.

Él le dice algo al conductor, acomoda el saco y viene hacia nosotras sonriendo como si supiera exactamente el caos que causa.

Y entonces todo se vuelve escena de película de Navidad. Hasan, versión museo de arte clásico. Ridículamente perfecto.

Emily: “Oh por Dios…”

Yo: “Ya somos dos…”

Hasan llega frente a nosotras. Cambió de colonia. Ahora huele… ugh. Demasiado bien.

“Estás preciosa, Emily.” le dice, besándole la mejilla como príncipe azul. ¿Perdón? ¿Desde cuándo este hombre es cortés?

Emily me mira como pidiendo confirmación de que esto no es un simulacro. Yo solo gesto “ni idea”.

“Tú también te ves bien.” le dice ella.

“Gracias. Quise verme bien para ti.” Y lo suelta como si no estuviera destruyendo mi existencia.

Aprieto los dientes. Hasan me mira con sorna. El idiota nunca descansa.

“Cuídala.” le digo, señalándolo. Él me devuelve una mirada que grita que hará muchas cosas más allá de cuidarla. Le coloca la mano en la cintura y la guía a la limo.

La puerta se cierra. Hasan me saluda burlón y el auto se va. Yo vuelvo a la cocina para comer basura e intentar olvidar que estoy enamorada del hombre equivocado.

Apenas agarro una galleta, el teléfono vibra.

Es Hasan.

Levanto una ceja. Él jamás me escribe.

Abro el mensaje.

Ojalá fueras tú.

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