Solo Aurora, un cuerpo frágil, se interpuso frente a Clara. Sus brazos caídos, débiles, y su cuerpo entero parecía haber perdido por completo el alma, deslizándose suavemente hacia abajo.
Alejandro y Aarón quedaron atónitos y perplejos.
Clara abrazó a Aurora, sintiendo su palma húmeda y caliente. Con manos temblorosas, levantó la cabeza y lágrimas brotaron de inmediato.
—¡Aurora…!
—Clara, escúchame—Aurora estaba perdiendo la conciencia, sus labios apenas podían moverse y su rostro estaba tan pálido como la porcelana.
—No hables, por favor. No gastes más energía. ¡Te llevaré al hospital enseguida!
Clara lloró y trató de cargar el cuerpo de Aurora, pero su lucha previa había agotado todas sus fuerzas, y no podía hacerlo. —¡Voy a detenerte la hemorragia!
Aurora negó con la cabeza. —No hay tiempo. Sé el secreto de Ema. Ema mató a Elena.
Clara sintió como si un aguijón afilado hubiera atravesado por completo su corazón, una dolorosa y helada sensación estalló en su pecho y se estremeció, ex