Especialmente Rodrigo, observando fijamente a Noa con los ojos llorosos en sus brazos, sintió un pensamiento repentino: quería llevarla a casa. Lo deseaba tanto.
—Noa, tú, ¿quieres ir con él...? — Clara estaba atónita y no podía articular correctamente sus palabras.
—Hermano Rodrigo...
Noa enterró su pequeña cabeza, en el cálido pecho del hombre, su aliento tembloroso se filtraba a través de su ajustada camisa negra, rozando su piel, llegando a lo más profundo de su corazón. —Quiero ir contigo a casa.
...
Después de la insistencia repetida de Noa, Clara y Alejandro no tuvieron otra opción más que aceptarla.
Alejandro llamó a Rodrigo y los dos fueron al área de fumadores del hospital.
—Rodrigo, ¿qué le pasó exactamente en la oreja de Noa? —Sacó dos cigarrillos, tomó uno y le entregó el otro a su hermano.
—¿Qué le pasó?
Los ojos afilados de Rodrigo destellaron con ferocidad. — ¿fue tu querida hermana Leona quien hizo esto? ¡Maldición!
—Ella no es mi hermana. Solo tengo a Noa como hermana