—Julio, ¡hola! — Eduardo se acercó con elegancia, haciendo una cortés reverencia en saludo a Julio. Aunque compartían padre, pero no madre, su apariencia no era similar. Pol poseía rasgos delicados y guapos, mientras que Eduardo tenía facciones más angulosas. Sus cejas eran densas y largas, descendiendo hacia sus sienes. Sus ojos estaban hundidos y su mirada era tan penetrante como la de su padre. Su figura era alta y esbelta, sin perder robustez.
—Eduardo, ¡hola! — Julio le mostró una sonrisa cariñosa a este joven. A fin de cuentas, él también había visto crecer a los hijos de la familia García. —Simón, ¿no dijiste que traerías a tu hijo contigo? Hace mucho tiempo que no veo a Pol. ¿No vino contigo?
—Dijo que tenía algunos asuntos de último momento y que llegaría un poco más tarde— Simón escudriñó a su alrededor, desconcertado. Luego preguntó, —Julio, ¿no dijiste que Clara también vendría esta noche? ¿Por qué no la veo?
—Clara también me dijo que tenía algo que atender antes de venir—