Las miradas de todos convergieron instantáneamente hacia las puertas abiertas. Allí, Pol, vestido de traje y corbata, empujaba suavemente una silla de ruedas ocupada por una mujer delgada y muy frágil. Con una expresión solemne, entraron caminando con calma, apareciendo majestuosamente ante la vista atónita de todos.
—Clara, ¿quién es esa mujer en la silla de ruedas? — Alejandro, con una expresión de gran desconcierto, le preguntó en voz muy baja a Clara, que estaba a su lado.
—Es la esposa de Simón, la madre de Pol—respondió Clara con seriedad mientras miraba a Laura. Su tono era bastante tranquilo, pero contenía un cierto toque de frialdad.
Alejandro frunció con desdén el ceño. Parecía recordar vagamente haber visto a la madre de Pol una vez en el cumpleaños de Luz. En esa ocasión, Laura, elegantemente vestida por su hijo, lucía una belleza radiante e inigualable a pesar de su enfermedad, con una apariencia distinguida que recordaba los días de gloria de una dama de alta alcurnia. Si