El flujo de recuerdos y de constantes pesadillas inundó a Celeste, dejándola con el corazón en un caos total. Se dirigió directo hacia el refrigerador, sacó una botella de agua helada y la bebió para calmar el fuego de su ira.
En ese preciso momento, se escuchó un golpe desde el vestidor.
Celeste se sobresaltó y corrió hacia la puerta del vestidor, golpeándola ansiosamente.
—¿Isidora? ¿Estás bien?
Al no recibir respuesta alguna, Celeste sintió un presentimiento sombrío y entró de golpe.
—¡Isidora!
Isidora, a medio vestir, yacía inconsciente en el suelo del vestidor.
Al ver la espalda de Isidora, expuesta ante su mirada atónita, Celeste notó asombrada numerosos moretones y cicatrices, evidencias de antiguas heridas.
Después de un breve momento de sorpresa, Celeste se quitó la chaqueta y cubrió el cuerpo de Isidora, ayudándola a incorporarse y presionando su punto de presión.
—¡Isidora! ¡Despierta!
Isidora comenzó a recobrar poco a poco el conocimiento, con la mirada perdida.
Celeste sus