Julio levantó la cabeza, con una mirada profunda y directa hacia Diego y a través de Diego, hacia Teófilo.
Después de un leve momento, sus labios pálidos se abrieron lentamente: —Diego, hablemos a solas.
En la habitación, solo estaban Julio y Diego, padre e hijo.
Julio, de espaldas a él, miraba por muy pensativo la ventana, y pasaba mucho tiempo sin decir una sola palabra.
Diego no recibió las preguntas, la ira y los reproches que había imaginado que vendrían de repente.
Sin embargo, este silencio lo hizo sentirse aún más incómodo.
—Papá, todo lo que has visto es real. Lo siento mucho.
Finalmente, Diego no pudo contenerse y se inclinó profundamente ante su padre: —He defraudado tu crianza y educación, he defraudado tus grandes expectativas. Todo es mi culpa. Solo te pido una cosa, no le hagas daño a Teófilo.
Julio seguía en completo silencio.
Diego se enderezó lentamente: —Sé que este incidente ha causado grandes problemas a la Corporación KS. Mañana, presentaré mi renuncia, entregaré