De hecho, cuando Noa y Rodrigo están en casa, Rodrigo se encarga de todo y no deja que Noa haga las tareas domésticas.
—Estoy cocinando porque quiero, quiero cocinarle a Clara—dijo Alejandro, enfrentando las bromas con indiferencia.
—Esta noche, haz algo picante para tu cuñada, algo emocionante—sugirió Rodrigo, golpeando su hombro, con los ojos entrecerrados y una sonrisa algo maliciosa. —No te pongas nada, solo un delantal. Mira cuál es la reacción de tu cuñada. Con esos músculos fuertes y firmes, te garantizo que le encantará.
Sin embargo, el rostro de Alejandro se ruborizó al instante y, con una voz ronca y pesada, gruñó: —¡Lárgate!
En la sala de estar, la diversión continuaba.
—Inés, esto es para ti.
Noa, con la carita sonrojada, le entregó un ramo de lirios fragantes a Inés y expresó con gran admiración: —Tanto tú como mi cuñada son mis ídolos. En el futuro, quiero ser tan valiente como tú.
—¡No lo permitas! — las hermanas dijeron al tiempo.
Inés, preocupada de que la niña malinte