Clara bajó la mirada con tristeza y guardó silencio.
Alejandro notó su desolación y tomó su mano acariciándola suavemente en la palma, —Clara, lo entiendo, te duele por Noa. Pero mira, ahora Noa tiene a Rodrigo que la ama, la cuida y la mima. Rodrigo tiene suficiente poder y posición social para proteger a Noa.
—Sí, lo sé, en realidad... también le agradezco mucho—, respondió Clara.
No estaba agradecida de que Rodrigo estuviera dispuesto a aceptar a Noa. Estaba agradecida de que él tuviera una visión trascendental y pudiera apreciar a esta chica tan pura y hermosa como una joya sin pulir, dispuesto a brindarle suficiente paciencia y compañía.
Después de un rato, Rodrigo regresó y notó que tenía ojeras aún más pronunciadas.
—Rodrigo, has trabajado duro—, suspiró Alejandro.
—Ella es mi esposa, lo hago con buen agrado, ¿es acaso difícil? —, respondió Rodrigo sin culpar a Luisana. Luego continuó preguntando, —¿De qué estábamos hablando? ¡Ah, sí! Estaba pensando, ¿cómo puede un fugitivo com