Capítulo1210
Inés sufrió la insinuación de Eduardo y, sin atreverse a contárselo a su padre y a su hermano mayor, solo pudo salir apresuradamente del salón de banquetes, con grandes lágrimas en los ojos y la cara enrojecida.

Entre la multitud, un camarero la golpeó accidentalmente.

De repente, sintió un dolor leve en el brazo, como si una abeja la hubiera picado, pero desapareció rápidamente.

—Lo siento, señorita—se disculpó de inmediato el camarero.

—Tranquilo, no pasa nada.

Inés no le dio importancia y se alejó con gran rapidez.

El camarero la observó alejarse y esbozó una sonrisa maliciosa.

La brisa nocturna acariciaba su suave melena mientras Inés se quedaba en el balcón vacío, mirando la fría luz de la luna y secándose las lágrimas en silencio.

Si Aarón estuviera allí en ese momento, no permitiría que sufriera ni una pizca de injusticia, ni un ápice de abuso.

Pero ella había decidido resignarse al dolor y, desde ese momento, Aarón ya no estaría en su vida.

Entonces, ¿debería hablar una última
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