—¡Clara!
Alejandro estaba tan angustiado que sentía que su corazón iba a estallar en mil pedazos.
En ese momento, olvidó el dolor agudo de su herida y corrió hacia adelante sin dudarlo dos veces, extendiendo los brazos con una voluntad tan asombrosa como el acero para atrapar a la mujer que amaba.
La herida de bala en su hombro izquierdo se abrió de nuevo en el instante en que abrazó muy fuerte a Clara, y la sangre empapó por completo su camisa negra.
Sin embargo, no sentía el más mínimo dolor en ese instante. Por el contrario, se sintió reconfortado al sostenerla y mostró una sonrisa sincera desde lo más profundo de su corazón.
Recordaba cuando era niño y, después de una herida o una visita al médico, su madre le daba un caramelo. Comer ese dulce le quitaba por completo el dolor.
Y en este momento, Clara era su delicioso caramelo. Sosteniéndola entre sus brazos, podía superar cualquier situación.
Clara fue envuelta por los brazos del hombre, oliendo el fuerte olor a sangre en él y es