Capítulo242
Ya era medianoche y, además, estaba lloviendo a cántaros. Las calles, normalmente bulliciosas, se habían convertido en un desierto urbano. No había ni un solo taxi a la vista, ni siquiera el destello lejano de sus luces. Por suerte, La Ledicia no estaba demasiado lejos, aunque la distancia parecía haberse multiplicado bajo estas circunstancias. Sin otra opción, me resigné a caminar, cada paso un desafío contra los elementos.

Las aceras vacías amplificaban mi soledad. No había ni un alma en la calle, ni un rostro conocido o desconocido que pudiera ofrecer aunque fuera la ilusión de compañía. Caminaba bajo la lluvia incesante, cada gota un recordatorio frío de mi situación. Me sentía extremadamente desamparada, como si el mundo entero se hubiera desvanecido, dejándome sola en este escenario gris y húmedo.

Después de lo que pareció una eternidad, mis pasos vacilantes me llevaron finalmente a La Ledicia. El edificio se alzaba frente a mí, familiar y a la vez distante. El apartamento de Arm
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