La actitud firme de Mateo solo hizo que Mariana quisiera reír.
¿En serio? ¿Ahora tienes que beber la sopa que Gabriela preparó?
Levantó la mano de nuevo y empujó con gran fuerza el tazón, sorprendiendo un poco a Mateo con la fuerza de su gesto.
—Ya lo dije claramente, no quiero beberla. Además, estamos en proceso de divorcio. Desde un punto de vista legal, la señora Gabriela y yo somos simplemente extrañas.
Por lo tanto, el término —mamá— ya no es apropiado del todo.
Mariana sabía que Mateo entendía todo esto a la perfección, por lo que no era necesario que ella dijera nada más desagradable.
Justo en ese momento, Nazario entró de repente, guiado por los sirvientes de la familia Ramírez, y de inmediato vio a Mariana sentada en el sofá, pálida y con el cabello algo desordenado.
—Señorita, ¿qué le ha pasado?
Dio un paso rápido hacia ella, y antes de que Mariana pudiera siquiera responder, Nazario ya había entendido la situación por completo.
Nazario lanzó una mirada hostil a Mateo.
—Seño